miércoles, 30 de mayo de 2012

Sobre piratas, filibusteros y zafios


Decía Mark Twain que un banquero es un señor que nos presta un paraguas cuando hace sol y nos lo exige cuando empieza a llover.

Durante años los bancos en este país han publicitado en sus juntas de accionistas, los millonarios beneficios que se obtenían en cada ejercicio en su cuenta de resultados y alentaban no al ahorro sino al consumo y a la especulación. Era la época de las vacas gordas.

En esos momentos se ponía alfombra roja a los clientes que acudían a solicitar un préstamo y se les daban todas las facilidades del mundo para contratar, ya fuera hipotecario o personal, vendiendo la idea de que era algo absolutamente normal en el mercado y que era así como debían hacerse las cosas. El sector inmobiliario era el gran dios benefactor y el consumo individual su sumo sacerdote.

También en esos momentos se recibía a quien tenía unos ahorros como si fuera el mismísimo Rockefeller; pero nada de tener el dinero quieto en un interés mesurado y seguro. Se cercaba a los clientes dubitativos con una estrategia de acoso y derribo y se les vendía el negocio del siglo: participaciones preferentes, inversión en Bolsa y todo tipo de productos de ingeniería financiera… Y mucha gente picaba, pensando que aquellos bancarios (en realidad acosados y cercados por sus jefes y sus cuentas de resultados) no podían engañarlos.

Era tal el ansia especuladora que a los clientes conservadores (como el sistema les nombra) se les obligaba cuando iban a renegociar su depósito a plazo fijo a coger otros productos de la casa (un seguro, una tarjeta de crédito…) aunque el cliente no la quisiera o necesitara. Y por supuesto como se suele decir como los bancos no dan puntada sin filu, te cobraban hasta por respirar el aire de la oficina.

Ahora es la época de las vacas flacas, de responder de gestiones imprudentes y de actividades que rozan el límite de lo legal, de explicar como una deuda de 4.000 millones pasa en quince días a 23.000... Y sobre todo es hora de responder ante la opinión pública, pero como los antiguos señores feudales se creen por encima del bien y del mal y con derecho de pernada, que en este caso es negar cualquier responsabilidad y mientras el resto de los mortales se ven desahuciados, despedidos o rebajados en sus pensiones y sueldos, ellos, la clase bancaria, se van de rositas con indemnizaciones y pensiones millonarias.

Yo creo que Mark Twain, ofrece en su definición una visión edulcorada de los banqueros, pero hay que comprender que hablamos del siglo XIX y que con la que está cayendo, en el siglo XXI, es mejor definirlos con las palabras del galés Bartholomew Roberts, que decía que en un trabajo honrado lo corriente es trabajar mucho y ganar poco; la vida del pirata, en cambio es plenitud y saciedad, placer y fortuna, libertad y además poder.

CODA: por cierto, el término filibustero es sinónimo de pirata y se conoce en términos políticos el filibusterismo, como cualquier forma de obstrucionismo parlamentario o de interpretación interesada de los reglamentos y usos políticos que beneficie a un grupo sobre sus rivales, entorpezca la labor de éstos o la ridiculice. Ayer lunes hemos visto un buen ejemplo en el traspaso de poderes de los Consejeros salientes de Foro respecto a los entrantes del PSOE, aunque más que de filibusterismo habría que hablar de zafiedad marca FAC.

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