Hay grupos políticos que no tienen sentido de la
medida. Dispuestos a acabar con la decadencia en Asturias, se lanzan a escalar
cimas imperiales y acaban como decía Marx (Carlos no, Groucho) surgiendo de la
nada para alcanzar las más altas cotas de la miseria.
Los titulares de prensa que Foro nos ofrece de
cuando en cuando, deberían enmarcarse para estudio de futuros especialistas,
porque sí no el devenir de nuestra región no se entenderá en las páginas de la
historia. El recorrido desde que Álvarez Cascos se lanzó al gran teatro de la
política, como el magnífico actor de comedia que era, hasta que haciendo mutis
por el foro dio paso a su sustituta, no tiene precio. Como una vieja gloria
apareció en el escenario e hizo un debut que dejó a parte del público
entusiasmado; pero la obra era repetitiva y lo de las tres funciones fue un
fracaso porque no había sustancia en su desarrollo. La joven promesa, ambiciosa
y a la espera de la retirada de la estrella, no ha conseguido público ni fama y
se notan demasiado las cuerdas, que maneja entre bambalinas, una sombra alargada que pone y quita a su gusto los actores de la obra.
Como en este mundo de la farsa todo se contagia,
algunos de los comediantes alcanzan niveles de histrionismo verdaderamente
notables, creyéndose su propio personaje. Sobresale especialmente el actor que
interpreta el papel del intelectual destacado, agotado por el trabajo intenso y
la búsqueda de la excelencia profesional. Los que le conocemos y le hemos tratado
en la vida civil, estamos admirados de cómo alguien que no pasa de la
mediocridad más absoluta y es un maestro en el escaqueo y un campeón de ver la paja
en el ojo ajeno y no la viga en el propio, además de ser experto en fastidiar a la gente
sensata, ha logrado dibujar un héroe a la búsqueda de experiencias
maravillosas, compañero fiel, entregado y sincero.
Supongo que el gran teatro de la vida consigue estas cosas; aunque yo creo que voy a disfrutar de la obra, especialmente cuando caiga el telón. Al comediante que ahora abandona la escena le recomendaría que siguiera el consejo de Marx (Carlos no, Groucho): es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente.