He sentido una gran tristeza, al escuchar la noticia
de la muerte del niño de Olot que desde hace semanas, luchaba contra la
difteria. Imagino el dolor de sus padres, acrecentado por ese sentimiento que
nos envuelve cuando consideramos que hemos sido engañados. Y lo más lamentable de todo es que esta muerte era
perfectamente evitable.
Por razones de profesión y de afición, bucear en
viejos documentos y conocer la historia de nuestros ancestros, está
presente en muchas de mis horas. A veces, embebida en esa tarea, he
reflexionado sobre cuánto hemos avanzado en el conocimiento sobre las
enfermedades, sobre los remedios y las
técnicas para luchar contra ellas y en la lucha a brazo partido contra la
muerte.
Por eso, no llego a comprender como existen quienes imbuidos de no se sabe que ideas peregrinas,
parecen querer vivir en siglos pasados, jugando con la enfermedad y con la
muerte a los dados. Por eso, me indigna que esas personas, disfrazadas con
palabras seudocientíficas y ropajes sectarios, manipulen y engañen a otras que por
diversas razones son fácilmente sugestionables o tienen tendencia a ser crédulas.
Cuando en mis clases explico tasas demográficas y
hablo del crecimiento de la población y de la mejora de sus condiciones sanitarias
en los siglos XIX y XX, tengo que referirme siempre, a lo que supusieron las
medidas de higiene y profilácticas en la disminución de las tasas de
mortalidad; para muestra, el dato de que la esterilización sencilla –hervirlas
unos minutos- de las tijeras con que se cortaba el cordón umbilical, redujo a
la mitad, las infecciones entre parturientas y bebés. También, claro está, la
aparición de los primeros hospitales y sobre todo el descubrimiento de las
vacunas, que fueron para evitar y controlar las epidemias, algo fundamental. Los
ejemplos de cómo estaban las cosas, se pueden estudiar a través de fuentes
primarias como los Libros de Asentamiento Parroquiales y en concreto los Libros
de Difuntos y suelen ser bastante contundentes.
Fruto de una pequeña
investigación sobre el Valle de Turón en el Concejo de Mieres, puedo señalar
algunos apuntes que vuelven a mi memoria con cierta emoción:
-por
ejemplo a finales del siglo XIX, el caso
de tres hermanos de 18, 23 y 25 años, que fallecen en apenas tres semanas,
víctimas de la viruela, “dejando solos y desamparados a sus padres
ya ancianos que no podían ocuparse de la casería”
-por
ejemplo la epidemia de difteria que entre Julio y Octubre de 1893, asola el
Valle, cebándose en niños entre los 19 meses y los 12 años...
-por
ejemplo la epidemia (no se indica de qué) que se produce entre 1897 y 1899 y que debió ser intensa y terrible por
la cantidad de afectados entre bebés y niños muy pequeños, pues ninguno superaba
los 4 años...
Todavía hasta fines de los años 50 y principios de
los 60 del siglo XX, enfermedades como la polio, la tosferina, la propia
difteria y otras similares, causaron estragos.
Siempre y en todos los casos, he pensado al leer y
anotar estas cosas, la suerte que tenemos de vivir en una época donde los
avances médicos -entre ellos las vacunas-, salvan cada día la vida de mucha
gente o las protegen de lesiones muy graves. También pienso que en un mundo
todavía con grandes desigualdades, donde existen muchos países y personas sometidas
al hambre y a la enfermedad, los que
tenemos la suerte de vivir en una sociedad desarrollada, no podemos ni debemos traicionar
a quienes cada día luchan contra ello; y es nuestra obligación también,
combatir para que a todas esas personas les llegue de forma rápida, a bajo
coste y con amplitud, el remedio a sus males. Flaco favor haremos a estas
personas y a nosotros mismos si nos dejamos aconsejar de iluminados y gurús con afirmaciones más propias de un mundo
dominado por la ignorancia, la
superstición y el fanatismo que por el avance médico y científico.
Edward Jenner, investigador, médico rural y poeta,
además de descubridor de la vacuna contra la viruela dijo “espero que
algún día la práctica de contagiar la viruela vacuna a los seres humanos se
extienda por el mundo; cuando llegue ese día, ya no habrá más viruela”. Esta
enfermedad, por cierto, ha sido erradicada del mundo.
Jenner dijo
también “me esforzaré aún más para
proseguir con esta investigación, una
investigación que yo confío que no será meramente especulativa, sino de
suficiente empuje para inspirar la agradable esperanza de que
se convierta en algo esencialmente beneficioso para la humanidad”.
Son muchos los nombres que vinculados con la
investigación de las enfermedades dejaron y están dejando lo mejor de sus vidas
para encontrar vacunas, técnicas y medicamentos que han contribuido y
contribuirán a salvar millones de vidas. En la lucha contra la enfermedad, el
dolor y la muerte, este es el ejército al lado del que quiero estar y desde la
trinchera de mi aula, lucharé contra todas las formas de ignorancia.