jueves, 17 de marzo de 2016

Hacia la noche de los cuchillos largos


Cuando van a cumplirse tres meses desde las últimas elecciones generales, España sigue en estado de interinidad por lo que al Gobierno se refiere. Don Mariano, como buen gallego, sigue jugando a que no se note si sube o si baja la escalera e intentando esquivar como los tres monos –no oigo, no veo, no hablo- la ola de la corrupción que se le viene encima y poniendo hasta donde puede, piedrecitas en las ruedas de este viejo país, para evitar que se ponga en marcha si no es dirigido por él o por sus fieles. En esta ingente tarea de despropósitos se ha visto ayudado por el líder de Podemos, que tras intentar tomar el cielo por asalto y sufrir una borrachera electoral, está sumido en una resaca de tamaño sideral donde no se han evaporado los vapores de la tajada. Mezclar alcohol y pastillas es de suyo malo, pero mezclar votos y ambición de poder sin límites, trae como consecuencia una catástrofe democrática.

Iglesias Turrión aterrizó, desde la teoría de las aulas y las ondas catódicas, en la arena política como el Gran Hacedor de la nueva forma de hacer las cosas, líder del partido de la gente, insobornable e irreductible… Su programa electoral era y es puro humo, más propio de un charlatán de feria que de un líder político, más parecido al gurú de una secta que a un dirigente democrático, pero ha calado en muchas personas que como en otros momentos de la historia no quieren escuchar la verdad sino oír cantos de sirena que satisfagan sus deseos. Iglesias Turrión se pone a hablar de belleza y unidad y mucha gente se queda en estado catatónico. Y es que el líder podemita se maneja con suma habilidad, manipula y epata si es necesario, ya sea descamisado ante el rey, con frac en medio del artisteo, besando en la boca a un compañero diputado o descubriendo ante media España y parte de la otra, desde el atril del Congreso, una atracción sexual… Es un payaso, dirán algunos; yo afirmo que es un hombre peligroso, porque adora las cosas frívolas como si fueran importantes y considera las cosas importantes como una frivolidad. Es el tipo de persona que con el poder necesario tratará a la corbata y a la democracia de la misma manera: como algo absolutamente inútil.


Quizás por ello, Iglesias Turrión, haya empezado a considerar que es tiempo de romper con estorbos y ataduras. Subido en el caballo desbocado del éxito y la fama, le estorban los amigos -llámense círculos, aliados o compañeros de partido- tanto como los enemigos. En todo caso, en el asalto al poder total, da lo mismo hablar de conspiraciones que comenzar la noche de los cuchillos largos.