martes, 31 de enero de 2012

Tocado y hundido

La deriva política de Foro Asturias y de su líder me recuerda al Costa Concordia; ni el capitán ni la tripulación estaban preparados para las emergencias.

El señor Álvarez Cascos pretendió pilotar un proyecto electoral en Asturias hace un año, pero fracasó y tuvo para poder navegar en las procelosas aguas de la política, que botar un barco muy aparente pero poco marinero, aunque la campaña publicitaria para buscar clientes tenía su tirón. Lo malo es que la travesía que iba a transcurrir por aguas tranquilas, con el capitán en un puesto destacado en tierra y el buque al mando del segundo de a bordo, se convirtió en una singladura complicada, con obligaciones para responder de lo contenido en el folleto que no se correspondía con la realidad (la del mar y la del barco). Es cierto que el capitán disimulaba con galanura y discursos sonoros a la hora de la cena, pero la tripulación -un grupo de novatos desnortados sin opinión ni personalidad- asumía sin discutir las órdenes de un ególatra sin ninguna mano izquierda, capacidad de escuchar y espíritu de diálogo. Todavía a punto de que el barco chocase con el fondo de la realidad, una de las oficiales y el sobrecargo, informaban de algunos problemas sin importancia. Pero el capitán ya planeaba su propia evacuación. Eso sí, tras el desastre, seguía afirmando con vehemencia que la culpa no era suya.

Ahora, tras el tocado y hundido, lo que me preocupa son los daños colaterales que esta singladura caótica ha causado y va a causar.

viernes, 27 de enero de 2012

Como gallinas sin cabeza

Existe la creencia popular que si a una gallina se le corta la cabeza, seguirá corriendo un rato, claro está que sin rumbo y sin destino. La imagen se relaciona con aquellas personas que asumen una tarea sin estar preparadas y cuando hay problemas, van de aquí para allá como gallinas sin cabeza. Y esta es la sensación que me produce el gobierno regional desde que tomó posesión de sus cargos.


Se justifican las cosas sin hacer, en la herencia  recibida, en la toma de contacto con los asuntos de la región, en las dificultades del día a día, pero los meses van pasando y aquella promesa de trabajar a tres turnos ha dejado de ser incluso promesa. Ahora tampoco las cosas funcionan a la hora de poner en marcha un presupuesto para la región con un carácter austero pero generador de confianza, realista pero con cauces para que sobre él se asiente la regeneración económica.


He mantenido tanto en público como en privado, que el Sr. Álvarez Cascos, fue el primer sorprendido en ganar las elecciones, ya que sus planes eran otros. Tenía no un programa de gobierno sino una larga lista que podría firmar cualquier persona cuando tras unas botellinas de sidra comienza a decir todo lo que haría si gobernara; tenía no un equipo de gobierno sino un conjunto de recién llegados a la campaña de publicidad de un producto llamado Foro, adornado con esencias asturianas; tenía la idea de que el estado (aunque fuera pequeñín) le cabía en la cabeza pero le faltaba la capacidad de formar y delegar. Ello explica que se nombraran primero a los cargos intermedios antes que a los titulares de las Consejerías, algunos abandonos, ciertas patéticas comparecencias, declaraciones contradictorias, desencuentros entre las personas implicadas y mucho de “aquí se hace lo que mande yo”. Y además de todo lo anterior tenía (que sólo esa flor faltaba al ramo) el ansia de quemar todo y construir a mayor gloria de…, sobre las cenizas.


Supongo que en la posición que está, el  señor Álvarez Cascos ya no podrá decir aquello de “prefiero partido sin gobierno que gobierno sin partido” y lo suyo será asumir el papel de héroe vencido pero héroe; quedará magnífico el plano de la cabalgada hacia la puesta de sol, mientras algunos lugareños lloran, aunque en las alforjas guarde las cartas marcadas y el elixir curalotodo propio de un charlatán.
Me gusta esa frase de que una persona puede morir por un pueblo, pero que jamás un pueblo debe morir por una persona. Espero que el deseo de venganza, la ambición de poder, la inmensa egolatría del  Sr. Álvarez Cascos que dice actuar en beneficio de todos los asturianos, que dice amar profundamente a Asturias, no lleve a este pueblo a la catástrofe. Hay cariños que matan y más si uno está rodeado de gallinas sin cabeza.

lunes, 2 de enero de 2012

De Res pública y discursos navideños

Decía Winston Churchill que el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. Pero mucho me temo, a pesar de que en Asturias y en España hemos elegido no hace mucho tiempo a nuestros gobernantes, que estamos lejos de tener estadistas.

La res pública tiene que tener algún placer escondido cuando tantos quieren llegar a dirigirla y desde luego los que están en ella toman a veces caminos extraños, cuando sus palabras deforman de tal manera la realidad que las víctimas se vuelven culpables y los culpables víctimas. Escuchar al Sr. Álvarez Cascos en su mensaje de fin de año, decir que todo lo que ha ocurrido y ocurre en Asturias es "fruto de los asturianos por no haber sabido estar a la altura de las circunstancias", es propio de alguien que se cree por encima del bien y del mal, como lo demuestra su discurso vacío, cargado de palabras grandilocuentes, usado para darnos una lección de como debemos ser los asturianos dirigidos por su docto magisterio. Un discurso donde no hay una sola palabra realista y coherente sobre un programa de gobierno que debería estar fresco y activo; un discurso donde toca de pasada el ocaso de las ideologías (muy del gusto de los neoliberales) y apenas disimula su inclinación hacia la tecnocracia, disfrazándola con unos toquecitos de tierra milenaria, fuego regenerador, patria común, orgullo de raza, senderos de gloria y servicio hasta la extenuación que destila un aroma a otros discursos de fin de año, un poco más lejanos. En momentos así no puedo dejar de pensar en Aldous Huxley cuando dijo que cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposo se vuelve su lenguaje.

Aquí la culpa de todo la tiene siempre la ciudadanía de a pie que debido a su mala cabeza y nefasta gestión, es quien debe soportar la congelación de sueldos, el salario mínimo al nivel de la miseria, el aguinaldo limosnero de una subida pírrica de las pensiones, la desesperanza del paro… Porque claro, la culpa de la crisis no la tienen los negocios bancarios e inmobiliarios, los especuladores financieros, los fraudes millonarios, las cuentas en lejanas islas, la desvergüenza y el robo a manos llenas; estas cosas son como las fiestas de cumpleaños, su éxito depende de como repartas el pastel, decorado con corona ducal o sin ella.


Quizás el problema de este país es que –como afirma una persona muy cercana a mí- nunca hemos subido a un rey al patíbulo. Bueno, una vez sí, pero fue hace más de 500 años, en efigie y por un rato y eso no cuenta. En este país fluctuamos entre frases risibles -¡vivan las caenas!- y frases dramáticas –prefiero morir de pie a vivir de rodillas-, pero luego, salvo algunos pulsos de fibra libertaria, los dictadores se nos mueren en la cama y dejamos que nos borboneen, bonita palabra que significa decir una cosa o la contraria según convenga; algo por cierto que desde Fernando VII para acá se ha mantenido con absoluta frescura y se ha extendido por la clase política, afanada en sus cuotas de poder y olvidando que sus sillones los ocupan como delegados y no como propietarios. Como decía Martín Luther King, nadie nos montará encima si no doblamos la espalda.