domingo, 21 de julio de 2013

Rajoy y la legitimidad

Añoro los veranos donde las imprentas de los periódicos y las emisoras de radio y televisión, exprimían a la alegre muchachada de guardia, para obtener una noticia de interés que animara la mañana de paseo y vermut y la tarde de siesta. Desde hace tiempo, la actualidad no se toma vacaciones y, aunque ya no se lleva la orden de “paren las rotativas” o los teletipos con crisis cardiacas, la inmediatez de Internet o los trending topic, recorren las venas de un país que se nos está yendo al carajo.

Don Mariano Rajoy, desembarcó con armas y bagajes en el Gobierno de la nación y a modo de un personaje canalla de Los gozos y las sombras, se dijo mirando al programa electoral, aquello de “prometer hasta meter y después de metido nada de lo prometido”. Luego, al atropello siguió lo de “mantenella y no enmendalla” y las personas hipotecadas al borde del desahucio y las tocadas por el paro, se convirtieron en gente que había vivido por encima de sus posibilidades; los estudiantes en enemigos públicos; los médicos y profesores en vagos y acomodados; y la cultura y la investigación en elementos prescindibles. Al final la borrachera de poder del señorito, la paga la España humillada y ofendida que no encuentra defensa ni en su casa ni fuera de ella, ni siquiera cuando los oscuros negocios y tejemanejes de quienes la gobiernan empiezan a brotar. Y cuando la mierda empieza a emerger, es que las cañerías están repletas y por muchas ruedas de prensa dirigidas, pantallas de plasma sin opción a preguntas, cómodas intervenciones internacionales o sonoros silencios que bordean peligrosamente el poder dictatorial, el hedor se vuelve insoportable.

Ahora, don Mariano, en la reunión en Mallorca, con parte de los ministros de Asuntos Exteriores de la UE –las cifras varían según los medios entre 12 y 18 de los 28 invitados- se ha crecido para afirmar que “es en las elecciones donde los pueblos legitiman a sus representantes para ejercer las responsabilidades de gobierno”. Se le olvidó añadir que siempre que no se use el engaño o directamente la mentira, para obtener el respaldo de las urnas; tampoco creo que haya recordado que Hitler fue conquistando el poder en sucesivas elecciones legítimas. Otra cosa es lo que después se hace con él, en manos de quien se delegue o a que grupo de presión burocráta-financiero se entregue, traicionando la soberanía nacional.

Siempre he temido más a los idiotas que a los malvados, porque contra éstos sabes que tienes que preparar todas tus defensas, pero contra aquellos ignoras de donde te llega el desastre que han provocado. A esa conclusión debió haber llegado Mark Twain, cuando dijo que “se puede andar con una pistola cargada, se puede andar con una pistola descargada, pero no se puede andar con una pistola que no se sabe si está cargada o descargada”.  

Llega un momento, por mucha Marca España que se diseñe, que si la Jefatura del estado no es ejemplar, el ejecutivo es un gobierno dirigido por entidades supranacionales, el legislativo está prisionero de una mayoría absoluta con ínfulas de “ahora os vais a enterar” y el presidente del Constitucional oculta su militancia en el partido del  régimen (lo de Twitter -Juan Carlos Gafo dixit- no deja de ser una anécdota), se le están dando patadas en el culo a Montesquieu, Rousseau y Voltaire  y extendiendo la mano abierta a “el fin justifica los medios” de Maquiavelo. Pienso en Jovellanos moribundo “…nación sin cabeza, desdichado de mí”.