domingo, 2 de octubre de 2016

Cabalgar sobre un tigre

Quedan poco menos de tres meses, para que se cumpla un año de unas elecciones generales que han marcado un antes y un después  en la política de nuestro país que se encuentra en una situación de interinidad, explicada porque la ciudadanía ha ejercido la soberanía nacional, pero ha dejado las cosas tan poco claras, que la nave va, pero sin rumbo definido, con un aspirante a capitán más que cuestionado  que sin embargo sigue capeando el temporal y librándose del naufragio.

Por eso me duele especialmente ver una oposición que antes que en las próximas generaciones, ha pensado en las próximas elecciones (las segundas nacionales, las vascas y gallegas y si nadie lo remedia, las terceras nacionales que volverán a casa por Navidad). El espectáculo ha sido vergonzoso y la izquierda ha rozado en muchas ocasiones el esperpento, dejándose manejar por un parvenu, sudoroso y descamisado, que ha sacrificado la renovación del país en el altar del poder y cuya ansia por alcanzarlo a costa de lo que sea, no tiene límites. Iglesias Turrión manifiesta una capacidad notoria de fagocitar lo que crea o se le acerca, sean círculos, compañeros de partido y agrupaciones afines como IU, pero también de regurgitar lo que no puede digerir, moviéndose con la suficiente habilidad para usarlo en beneficio propio y de su inagotable soberbia de politólogo sobrevenido en político, obsesionado por la sombra de su nombre y dispuesto a ser la estrella fulgurante de la izquierda .    

Es una pena que Pedro Sánchez y muchos compañeros del PSOE le hayan seguido el juego al líder de Podemos; y desde luego, es un error que Pedro Sánchez no haya tenido altura de miras, dejándose arrastrar por un creciente vocerío ajeno a nuestra historia y a nuestra ideología, que al final no ha contentado ni a quienes le apoyaron ni a quienes pensamos que no tenía los mimbres necesarios para ser Secretario General.   

No digo que en 2015, no se hubiera debido intentar un gobierno de progreso; de hecho, en el momento en que Pedro Sánchez se postuló a la Presidencia para romper el tancredismo de Rajoy, pensé que por fin había alguien con sentido común y de Estado. Pero cuando Iglesias Turrión, decidió jugar con las cartas marcadas y comenzar una estrategia del tipo el gato y el ratón, ni el Secretario General ni su equipo, actuaron con la coherencia debida a nuestros principios. Creo con total seguridad que empecinados en cabalgar sobre un tigre, perdieron la ocasión de encabezar una oposición fuerte y volcada con las necesidades reales del país, esperando el momento adecuado para alcanzar un gobierno fuerte y estable.  Es más, se optó por soportar que nos viniesen a dar lecciones de democracia y de gestión política, entrar a la bulla de las redes sociales, perder los calzones por aparecer en todas las salsas y alejarse  del pensamiento tranquilo y de la claridad de ideas. Claro que no toda la culpa es del Secretario General que acaba de presentar su dimisión, sino también de quien reunidos formando grupos de presión, han optado por dejar que primasen los intereses particulares en vez de los generales y no han sabido o querido plantear la situación real de las cosas antes de que todo saltara por los aires, enrocándose en lo imposible y fiándose más de los adversarios y de los simpatizantes que van con las de la feria y vienen con los del mercao que de los militantes y de los compañeros.  

La situación en que ahora nos encontramos es fruto de todo esto y de la incapacidad de ser coherentes con nuestros principios, dejando que se instale la desconfianza entre las paredes de nuestra casa y la algarabía a las puertas, con lobos con piel de cordero, dispuestos a crear confusión y llevándonos a caer en contradicciones y callejones sin salida. Creo que tenemos bastante historia a nuestras espaldas para sacudirnos el temor a no ser un partido de izquierdas, sobre todo viendo el ejército de Pancho Villa, que nos amenazó con el sorpasso y que está dispuesto a volver a intentarlo con tácticas de quintacolumnistas o introduciendo un caballo de Troya en el corazón del partido.

No me preocupa el momento actual del PSOE si sirve como experiencia vital y asumimos que sólo hay una manera de consolidar nuestra posición como grupo político: primero, tener un líder fuerte y bien coordinado con un Comité Federal que transmita  -con las sanas discrepancias de puertas adentro- una voz única; segundo reunir una militancia numerosa, unida y responsable a la hora del voto; y tercero construir una alternativa  de gobierno, seria y creíble, basada en la coherencia de ideas y actitudes que sirvan para dotar a España de un gobierno progresista.
Si conseguimos esto y dejamos de ser compañeros de viaje de revolucionarios de salón, populistas demagogos y politólogos iluminados, quizás el porvenir sea nuestro.

CODA: a estas horas, Iglesias Turrión, sigue lanzando a los cuatro vientos que él es el salvador de la gente y el PSOE se alía con la corrupción. No comprendo cómo mucha gente se ha dejado embaucar por un personaje tan peligroso. Al menos, cuando llegué el momento en que deje caer la careta,  yo estaré segura de estar en el lado adecuado.