viernes, 23 de marzo de 2012

Morir matando

Todos sabemos que significa la expresión “morir matando” y a que grado de despropósito cuando no de desgracia pueden conducir situaciones de ese tipo. Cuando alguien afronta su particular día de furia, vale más no ponerse en su camino. Generalmente el que muere matando, ha emprendido desde tiempo atrás una bajada a los infiernos: está completamente seguro de ser la solución, no el problema, ve enemigos y conspiraciones por todas partes y además de su propia ideología, fagocita la de los demás aunque esté en las antípodas de su pensamiento, sea un líder revolucionario o un socialista histórico.

Pero lo terrible de quien muere matando, es el ansia de sentir la mirada de los demás sobre su último acto y de no morir sólo. A estas alturas, brazos en alto, gesto de iluminado, con los libros que recogen su doctrina prestos para ser repartidos entre sus fieles, algunos de los que le rodean ya son conscientes del engaño, pero no hay tiempo ni margen decoroso para escapar; el líder carismático camina hacia el abismo y se llevará lo que sea por delante, la tierra que pisa o la gente que le rodea, le da exactamente igual. William Drumon dijo que el que no quiere razonar es un fanático, el que no sabe razonar es un necio y el que no se atreve a razonar es un esclavo.

Una sociedad civil serena y democrática debe levantarse contra el fanatismo y la necedad, pero debe recordar también que detrás de algunos fanáticos declarados se esconden con palabras de compromiso quienes en su día le dieron alas y fueron sus más firmes valedores y siguen haciendo promesas que no se van a cumplir. Asturias, como sociedad civil serena y democrática, debe apoyar a y apoyarse en un gobierno prudente que nos saque adelante  porque las cadenas que más nos oprimen son las que menos pesan.

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