lunes, 26 de marzo de 2012

El precio del poder

Ayer, tras el discurso de Álvarez Cascos, recordé a Fernando VII. "El Deseado” fue un rey felón, cobarde y probablemente el más estúpido de los que han llevado la corona sobre su cabeza en este país, pero tuvo a su favor, que era eso, un imbécil de primera fila. Sin embargo lo malo de algunos gobernantes no es que lo sean ellos sino que pretenden que lo sean aquellos a los que aspiran a gobernar, incluidos sus fieles.

Que después de los meses que llevamos de desgobierno y que acabaron en las elecciones de ayer, Álvarez Cascos diga que serán imprescindibles el diálogo, los acuerdos, los pactos, las renuncias parciales, la aceptación de tesis ajenas, la colaboración y el respeto, no es pensar que la ciudadanía asturiana es imbécil, es llamárnoslo directamente a la cara. Y que después de la campaña cainita que Foro y PP han protagonizado, vengan ahora a hacer manitas (eso asomaba entre las filas peperas de primera línea) es de escándalo. Quizás contribuya a ello, que los resultados para la derecha en Andalucía no fueron, pese a la victoria, los esperados; hay sectores políticos que todavía están en la tesitura de que al enemigo, no al rival, hay que destruirlo, no derrotarlo. En todo caso, en Asturias, ahora lo que prima -según dicen- es el interés general, cuando la derecha más cerril (la de los tres turnos y la otra) llevan meses arrastrando al caos a una comunidad y a sus ciudadanos, mientras muchos dejaban de hablarse con Paco y volvían a hacerlo con Pepe o viceversa y Mercedes Fernández, como una madre generosa, llamaba a los hijos descarriados a volver a la casa de todos. Sería trágico si no fuera porque raya en lo esperpéntico.

Recuerdo otra vez a Fernando VII, cuando bajo la presión del general Riego, se obligó a jurar la Constitución de 1812 con las famosas palabras de marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional. Tres años después ya sabemos que se hizo de aquella promesa y como acabaron la Pepa y el general Riego. Es lo que tiene fiarse de felones y  cobardes.


A Javier Fernández, que en Mayo de 2011 no dio un paso al frente por prudencia y ahora sí lo hace por compromiso político, le recomendaría vigilar su espalda, más que nada por las puñaladas traperas. Hay personas para las que el precio del poder significa una carga pesada llena de responsabilidades y exigencias; para otros el precio del poder es una escalera para satisfacer a un ego poderoso que solo busca venganza sobre viejos agravios y obtener más cuotas de poder, sin importarles lo que ellos llaman dentro de su estrategia militar, daños colaterales. 


En todo caso, yo prefiero estar al lado de un general honorable que en el bando de un rey felón

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