domingo, 12 de abril de 2015

De don Mariano a doña Mercedes: recorrido por la perplejidad

Parafraseando a Marx (Groucho, no Karl) puede decirse que Mariano Rajoy, partiendo del patriotismo barato ha alcanzado las más altas cotas de la imbecilidad política.

En las últimas elecciones generales, se lanzó enarbolando la bandera de la cruzada iniciada por Aznar, manifestando la seguridad de que iban a votarle los buenos españoles, aquellos que tenían el derecho a ser felices y que se merecían todas las maravillas de programa que lanzaba a los cuatro vientos. Pero como dice la canción “todas las promesas que hizo no eran de verdad”. Él y su partido, una y otra vez, se han vuelto atrás de lo afirmado o directamente se han contradicho en sus palabras sin ningún empacho; es más, les ha importado un bledo, sacrificar a algunos de los suyos, con tal de seguir abduciendo votantes y salvaguardando la pasta conseguida con privatizaciones de toda índole. 

Y lo que es peor, mientras millones de personas veían aplastadas sus esperanzas y su dignidad, han negado la mayor y han seguido insistiendo que ellos tenían razón y los que protestaban estaban equivocados y no se preocupaban por el futuro de España.

Ahora, don Mariano, un Registrador de la Propiedad metido a presidente del PP y del Gobierno, que quiere controlar a la ciudadanía, como quiere que sus compañeros de profesión controlen el último reducto de la res pública que es el Registro Civil, ha apelado a la gente honrada que quiere a su país, seres humanos normales

Ojiplática me he quedado con esta afirmación y he tenido un ataque de ansiedad; quienes me conocen y aprecian, me han asegurado una y otra vez que no me he convertido en una delincuente apátrida y sobre todo que ningún alien me ha poseído para hacer desaparecer mi humanidad.

Ignoro si al señor Rajoy le preparan sus discursos o él mismo perpetra tamaños dislates, pero yo creo que debería hacérselo mirar, porque estos síntomas de memez, tienen que ser avisos de una seria enfermedad democrática y además terriblemente contagiosa. Se ve en como la señora Mercedes Fernández, ha cargado contra el socialismo que quita la libertad de escoger colegios o centros hospitalarios y planifica nuestras vidas. Me he llevado otro susto considerable, al imaginarme a escuadristas de camisa roja conduciendo en largas filas a centros médicos y de enseñanza a enfermos y estudiantes. Por suerte me he tomado una dosis de realidad: sé que la libertad de la que habla la líder del PP asturiano, es la del dinero que separe a quienes no pueden pagarse centros  privados, de los que tienen que acudir al cada vez más precario sector público, donde excelentes profesionales, se baten el cuero día a día, soportando encima al mejor pijerío de este país; cómo sé también que la planificación en todo caso, vendría de Mercedes Fernández y sus commilitiones, en su lucha contra la igualdad de la ciudadanía española.
En plena histeria electoral, doña Mercedes no sabe cómo agradar a Mariano Rajoy y a Mª Dolores de Cospedal para que olviden el carajal de partido que tiene montado en Asturias en general y en Gijón en particular. Yo creo que desde el desengaño con Cascos y el ir y venir desaforado de los militantes del PP, Mercedes Fernández necesita que la quieran y busca el calor de los votantes, porque también ha dicho que "además de trabajar, hacer y crecer, tenemos que entender a la gente. Tenemos que quererla y sentir lo que siente la gente. Tenemos que poner alma a las cosas. Y por eso tenemos que convencer a los asturianos de que nos den una oportunidad para gobernar". Lo dicho, necesita que la quieran; eso o que ha confundido la campaña con Master Chef.


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