Además
de que en la intervención del día de ayer, el Sr. Rajoy, no aclarara con
pruebas de peso, nada del asunto Bárcenas, es increíble que siga insistiendo en
el peso de la mayoría absoluta que le dieron las urnas, con el mismo talante
que emplearía un rey absoluto apoyándose en el peso de la púrpura. Olvida el
Sr. Rajoy, que esa mayoría de las urnas, se la dio parte de la ciudadanía -en
la que no me incluyo- gracias a un programa electoral que ha incumplido de la
cruz a la raya.
Puede
admitir su error, puede decir que se equivocó..., pero miente; y si no miente,
es que no se entera de lo que pasa en su propia casa, lo que es muchísimo peor.
Por supuesto, no va a dimitir, agarrado a la tabla de los votos obtenidos, salvo
que el escándalo alcance las proporciones de una ola gigantesca que le arrastre
a él y a toda la cúpula del partido. De todas formas, y aunque la marejada
lleva meses aumentando de forma gradual, la personalidad de don Mariano le empuja
a aguantar el tirón, esperando que amaine el temporal, porque como buen gallego
espera que el tiempo resuelva los problemas, lo que me hace recordar la
anécdota –si non è vero è ben trovato- que su paisano Don Francisco, tenía un sistema
de gestión muy sencillo que se basaba en dos bandejas, una de “asuntos que el
tiempo resolverá” y otra de “asuntos que el tiempo ha resuelto”. El señor Rajoy
confía en ese sistema, olvidando que su tiempo de legislatura tiene un límite y
que en todo caso ni las personas ni los grupos políticos son eternos. Y en el
caso Bárcenas -como en tantas otras cosas-, el presidente del PP y su partido
han jugado a dejar correr el tiempo y a enredar con la eternidad, ignorando que
el primero acaba por poner a cada uno en su lugar y que ni siquiera los
dictadores disfrazados de demócratas son eternos, aunque como una Casandra de
medio pelo, anuncie un sinnúmero de males por causa de los malos españoles que
jalean mentiras y contribuyen al deterioro de la imagen de nuestro país en el
exterior y a poner en peligro la mejoría experimentada.
Después
del “todo es falso de toda falsedad”, del “todo es falso salvo alguna cosa”,
del “finiquito diferido” y algunas sinrazones y tonterías más, el Presidente
del PP y los suyos, siguen pensando que la ciudadanía española es idiota. Ahora
toca lo del “haber confiado en un falso inocente y no cometer el delito de
encubrir a un presunto culpable” y “la asombrosa e imaginativa colección de
falsedades”… Por cierto, Bárcenas acumula –salvo el periodo en que se evitaba
nombrarlo- nuevos epítetos a su nombre: falso inocente, presunto culpable,
asombroso e imaginativo, que se unen a señor, susodicho y Luis el cabrón…, lo
que junto a los ejercicios de manipulación del lenguaje, para no llamar a las
cosas por su nombre o que no te cojan en un renuncio, que tanto gustan al PP,
le dejan a una en estado de asombro
permanente; por ejemplo, decir que “se han pagado remuneraciones
complementarias” para que la masa no recuerde que se dijo que “en el PP nunca
se han pagado sobresueldos”.
Y
por si el bochorno de lo visto no hubiera sido suficiente, el diputado por
Asturias de Foro, Enrique Álvarez Sostres, que había ido a hablar de su libro o
más bien del de su jefe de filas –muy ocupado con querellas en defensa de Paca,
Tola y Furaco- , se descolgó con una regañina a Rajoy por la patada en el culo
a Francisco Álvarez-Cascos; eso sí, en el mejor estilo pepero de circunloquios,
hablando de impedir la llegada de “nuevos liderazgos conocidos y menos
conocidos”. Luego, se dedicó a dar patadas en la espinilla al Presidente de
Asturias, como un gamberrete malcriado sobre cosas que ni era el lugar ni era
el momento para tratarlas; digo yo que sería una especie de circulo protector
para no conjurar a las meigas gallegas o las bruxas luarquesas que trajeran las
voces lejanas de un General Secretario y de un Tesorero fiel, a ninguno de los
cuales nombró.
Ya
lo dijo Adenauer “hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”. Fin
de la cita.
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