domingo, 10 de febrero de 2013

Uno de los nuestros


El PP es un partido al borde de un ataque de nervios, sin distinguir entre altos dirigentes y cargos de segunda fila. No hay más que ver la penosa comparecencia de la directora de la Agencia Tributaria, Beatriz Viana. De sus palabras se puede suponer que si alguien -no citó nominalmente a Bárcenas- hubiese asesinado a alguien, eso sería un delito y otra cosa los ajustes de sus declaraciones con la Agencia Tributaria; vamos, que la señora Viana acabó como la censura franquista en la película Mogambo: por encubrir una infidelidad matrimonial, convirtió la relación de los protagonistas en un incesto de padre y muy señor mío. El “no sé ni lo que he dicho” a micrófono abierto y la cara y los gestos de la Directora de Aduanas, sentada a su lado, eran inenarrables; es lo que tiene meterse en ciertos jardines: se intenta salvar la cara de quien la tiene más dura que el cemento y se acaba recibiendo una patada en el trasero de forma derivada. 

Desde el comienzo del “caso Bárcenas”, las personas que se encuentran en los puestos clave del PP han emprendido una huida hacia delante basada en la negación de sobornos y chanchullos de todo tipo, que con el paso de los días ha ido adquiriendo distintos prismas, porque ya decía Mark Twain que si dices la verdad no tendrás que acordarte de nada.  Y ya sabemos que los dirigentes del PP tienen una terrible mala memoria, que les ha llevado en numerosos casos -desde antes y durante las elecciones hasta su llegada al poder- a enmendarse la plana a ellos mismos, lo que ya es el colmo. Así que lo de Rajoy, diciendo tres veces -San Pedro redivivo- falso, a lo de “falso con alguna cosa que es cierta” es sólo cuestión de matices.  Y lo de Ana Mato, señalando que está separada de su marido desde el año 2000, aunque acudió con él a boda de la hija de Aznar en 2002 o mantuvo el régimen de bienes gananciales hasta el 2007, es prueba de que formaban una pareja moderna y la ruptura había sido amistosa. 

Mientras tanto,  el Vicesecretario de Organización del PP, Carlos Floriano, carga  contra todos (periodistas, partidos contrarios, elementos díscolos de su propia casa…) en la vieja táctica de matar al mensajero, con excepciones eso si; nada de prensa extranjera ni de noble señora que se alejó -espero que no como la marea que retrocede para volver como un tsunami de populismo despótico- de la primera línea de fuego.  Es uno de los miembros del partido que asume como suya la frase “no le puedo concretar” y habla constantemente de “realizar un ejercicio de transparencia” pero de forma colectiva; bueno, si al fin logra que se desnuden él, los suyos y los demás, quizás podamos los que hace tiempo estamos despojados, hallar remedio a nuestros males. 

En todo este asunto, las dos clandestinas comparecencias de Mariano Rajoy han sido patéticas La primera por circuito cerrado de TV y sin preguntas, tenía la puesta en escena de una república bananera; la segunda, al lado de la mujer que dicta nuestros destinos económicos, la escenografía de un presidente nervioso y confuso, doblegado ante la necesidad de caer simpático. Entre el falso, falso, falso de la primera y el falso con alguna cosa que es cierta de la segunda, don Mariano hizo bueno aquello -dando alas a los suyos- de que la verdad no tiene matices, pero la mentira, muchísimos. No es extraña la indignación de la sufrida ciudadanía  ante declaraciones de ingresos que se multiplican en tiempos de crisis y eso sin contar con los ahorros bajo el colchón y el registro de la propiedad durmiente.

A estas alturas de la película, teniendo en cuenta todo lo que está saliendo sobre la trama Gurtel y la figura de Bárcenas, yo cada vez más me acuerdo de Uno de los nuestros, historia de cómo ascender de la nada a la cumbre, retrato de ambición, lucha por el poder, lealtad y venganza. Al fin, como dice uno de los personajes, conviene no olvidar dos cosas, no traicionar a un amigo y no irse nunca de la lengua. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario