domingo, 25 de noviembre de 2012

Los test y la memoria del señor Neira


Ayer, la lectura de La Nueva España, me pilló en un pueblín  de los que pisó Jovellanos y sin acceso a las NNTT, así que Javier Neira disculpará que haga un comentario al test que realizó en su columna, cuando las hojas del periódico -que ya no envuelven pescado- están camino del reciclaje.

Los test sirven para probar los conocimientos en la materia que aborden, sea automovilística o histórica y, si se entrecruzan los datos, la eficacia del test queda tocada; si a ello sumamos que la memoria es dúctil según nuestros intereses, filias y fobias, el test se hunde definitivamente.

Cómo no conduzco y uso el transporte público, me importa muy poco en que vehículos se mueve la clase política, siempre que la conducción sea firme y segura, pero para las cosas de la memoria, en mí, se produce una curiosa ambivalencia: para los pequeños detalles soy la personificación del despiste, pero para las cosas importantes tengo una memoria de elefante.

Estuve en aquella macromanifestación del 12 de Marzo de 2004 -entre “las bandas progresistas”- y si cierro los ojos, mis recuerdos asoman con fuerza: la lluvia cayendo incansablemente, que se mezclaba con mis lágrimas, el dolor que me apretaba el corazón, la evocación de unas horas antes cuando me subí al tren para ir a mi trabajo y el profundo silencio que había en el vagón y sobre todo, el momento en que mi voz se unió a miles de voces gritando asesinos, asesinos, asesinos, sin la menor tregua, como bien dice el señor Neira, aunque equivoca el objeto de la rabia que impulsó aquél grito. Lo del Phaeton imperial bajo el aguacero, con una privilegiada alejándose de las masas populares, la verdad ni lo vi, ni lo recuerdo, pero me parece una imagen demasiado cinematográfica para ser real. Tan cinematográfica como que yo dijera -puesto que me casaba en Agosto- que la sangre de aquellos inocentes manchó mi vestido de novia.

Javier Neira, debería reconocer que en el mundo del periodismo -aunque sea una columna de opinión- conviene no confundir el rigor con los deseos ni hacer que la verdad te estropee una buena noticia. En esto de las barricadas políticas e intelectuales, conviene tener las cosas claras y no andar saltando de un parapeto a otro, porque en una de éstas, el fuego amigo se puede cruzar en tu destino. Hace algunos años, transmití al señor Neira, en una carta abierta, que tenía muy clara cual era mi posición en algunos temas que consideraba básicos y si él sabía donde estaba la suya. La carta nunca se llegó a publicar y don Javier me dio la callada por respuesta. A día de hoy, su columna de Cien Líneas, ha ido evolucionando de tal manera, que su posición en el parapeto es cuando menos complicada: tiene muy claro cual es el odiado enemigo y las tácticas a lo Goebbels que debe utilizar, pero no sabe que amigos elegir, y puesto que éstos tienen su propia guerra, hay muchas posibilidades de que alguna bala perdida le alcance, sobre todo si ciertos generales están al mando de la tropa.

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