lunes, 12 de noviembre de 2012

Pagar con sangre


Cuando Luis XVI, buscaba una salida a la complicada situación económica de Francia, sus sucesivos ministros de Hacienda, le aconsejaron -ya que las clases populares estaban en la pobreza más extrema- cobrar impuestos a los privilegiados, cosa que fracasó ante el rotundo rechazo de la nobleza y el clero; se cuenta que el Rey ante esa postura y no queriendo desagradar a sus cortesanos, señaló que los tributos a la Hacienda Pública habían sido siempre deber del tercer estado, y como respuesta se oyó una voz decir “entonces señor, os pagarán en sangre”.

Desde luego hoy estamos lejos de las monarquías absolutas, pero parece que una combinación de intereses políticos, absolutas mayorías y entramados financieros, está consiguiendo que la sangre sea otra vez moneda de pago.

Los bancos que durante años han jugado con el dinero de sus clientes -en algún caso con engaños- que han repartido dividendos de forma caudalosa en juntas multitudinarias, que han convertido a sus directivos en Cresos de sueldos meteóricos y pensiones millonarias,  quieren ahora marcharse con el santo y la peana, consiguiendo que les rescaten de su mala gestión y recuperando el dinero prestado a cualquier precio.

Que no tienen propósito de enmienda lo confirma el hecho de que hace días una de esas entidades (Bankia), ofrecía a uno de sus clientes -que no lo había solicitado- un crédito de 30.000 euros para lo que necesitara. Es cierto que el cliente tiene nómina domiciliada, y un poco de dinero a plazo fijo, pero también una hipoteca y un trabajo de funcionario interino, que con la que está cayendo no es garantía de nada. El cliente que es sensato, tuvo a bien  no aceptarlo y no acordarse de los antepasados de la política de empresa. Imagino que si el cliente hubiera aceptado y pasado un tiempo las tornas hubiesen cambiado, lo del trato preferencial que le ofrecían habría tomado otros derroteros mucho menos amables.

Se pueden poner muchos ejemplos del grado de desesperanza al que se está llevando a una buena parte de la ciudadanía de este país, que cuando pensaba que había alcanzado un nivel de desarrollo conforme con su trabajo y el tiempo histórico que le ha tocado vivir, se encuentra ocupando la base de la pirámide social que algunos se empeñan en levantar otra vez. Pero si lo anterior es absolutamente intolerable, lo que resulta inadmisible, es que los engranajes de una maquinaria deshumanizada, atrapen entre sus fauces y destruyan a personas a las que en su momento se les dibujó un mundo perfecto y a quienes ahora se vuelve la espalda sin compasión, llevándolas a un callejón sin salida, desahuciando su esperanza y abocándolas a la absoluta desesperación de pagar con su sangre.

Los bancos (haute noblesse hasta hace bien poco) no suelen tener conciencia, pero deberían recordar que cuando Luis XVI, preguntó al conde de Rochefoucauld -que le despertó para comunicarle que París estaba en manos de los rebeldes- si era un motín, el distinguido caballero le contestó, no Majestad, es una revolución. Y ya sabemos como acabaron las cosas. 

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