viernes, 3 de agosto de 2012

Sobre palabras y silencios en el conflicto minero



Puede que me falten horas de vuelo negociador y cantidades industriales de paciencia divina, pero cuando las circunstancias de mi profesión me han llevado a reuniones donde se buscan soluciones a un problema, no he permanecido en la silla ni un minuto más del instante en que me he dado cuenta que están intentando tomarme el pelo y hacer burla, mofa y befa de mis buenas intenciones de llegar a un acuerdo. Es cierto que los sindicatos mineros han intentado no ser quienes rompieran la baraja y dieran pólvora al Gobierno para disparar con bala; pero me parece excesivo esperar más de 5 horas después de la proclama del PP en boca de Fernando Martí, Secretario de Estado de Energía, que lo dejó meridianamente claro: nada de que hablar sobre las ayudas de este año; nada del futuro del plan 2013-2018 hasta quienes que gobiernan por Decreto-Ley, lo lleguen a valorar; y si acaso, que los representantes de los trabajadores eleven sus Cuadernos de Quejas al Sr. Soria para volver a reunirse cuando se estime oportuno.

Doy por hecho que los representantes sindicales son personas bregadas en estas lides, que manejan con soltura los tiempos de tira y afloja y que cuando van a la guerra saben las fuerzas –especialmente las estratégicas- con las que cuentan. Escuchar sus declaraciones me produce sofocos, porque después del recorrido que llevamos desde la llegada al poder de Rajoy y su alegre muchachada, y sobre todo el del Sr. Soria, oír que “juegan con nosotros”, “se han quitado la careta, “ha sido un encuentro sorprendente” o “si lo que quieren es que no se llegue a ningún pacto ni acuerdo, que lo digan ya y dejamos de perder el tiempo”…, es lamentable, porque deberían saber que de las filas del PP no va a salir nada que signifique una cesión ante el problema de la minería, no en este momento, cuando eso que llaman gobernar lo aplican con mano de hierro a sus conciudadanos, a los que han arrojado a los perros de Europa, ante quienes sin embargo se humillan y se doblegan.

Se puede hacer una reunión, dos, siendo generosos hasta tres, pero si una de las partes  “no mueve un milímetro su postura” y no hay voluntad de que lo haga, empecinarse en ello, es inútil. Y es algo que en Asturias, sabemos bien lo que significa; no hay más que recordar el cercano y efímero –por suerte- gobierno de Álvarez Cascos que como esas plantas invasoras de origen ornamental y apariencia inofensiva, a punto estuvo de costarnos un disgusto. Por cierto, la memoria de algún sindicalista es sumamente frágil y sorprende que con tanta experiencia no advierta que la mala hierba (que procede de una única raíz) es lo mismo en origen que en lugar foráneo.

Las palabras que no van seguidas de hechos –como decía Esopo- no valen nada, y en este caso, acudir una y otra vez a escucharlas, es un pérdida de tiempo, que les ha costado a los mineros muy caro, porque mientras sus representantes se dejaban enredar por largas reuniones de palabras hueras, se ha ido socavando la unidad y favoreciendo la división, con un desgaste social que ni la marcha negra a Madrid ni los encierros, han conseguido evitar y, si bien es cierto que despertaron muchos apoyos y solidaridad, la atención mediática se ha diluido.

¿Por cierto, a qué juega el vicesecretario de organización del PP, Carlos Floriano, cuando emplaza a los sindicatos a seguir hablando con Industria? El Sr. Floriano afirma “que todo el mundo sabe de donde partimos, tenemos que seguir hablando, a ver si somos capaces de encontrarnos”. Desde luego don Carlos tiene un gran sentido del humor, cosa muy sencilla teniendo al gobierno de su lado, pero debería considerar y hacérselo ver a sus compañeros de organización que a veces la buena gente se cansa de lidiar con ciertos personajes de los que uno no sabe si son idiotas en serio, o si se toman como algo real la burda comedia de frases insustanciales que representan.

Ahora, después del tiempo de las palabras hueras lo que me preocupa es el silencio: el silencio administrativo que propicia el Secretario de Energía cuando “anima a empresarios y sindicatos a elevar sus propuestas por escrito al Ministerio”; el silencio de quienes todavía a salvo del desempleo, tontos útiles del a mí no me va a pasar o ricos por su casa, asumen sin expresarlo verbalmente, el florido ¡que se jodan!, de la diputada Fabra; el silencio de las personas que no cometen injusticias y sinrazones pero se sientan a ver que pasa; el silencio del que advierte el proverbio, cuando dice que hay que guardarse bien de un agua silenciosa, de un perro silencioso y de un enemigo silencioso.

Entre tanta palabra huera y tanto silencio cobarde y amenazante, quizás ha llegado el tiempo de saber de que lado de la barricada estaremos cuando llegue el momento de la lucha.

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