lunes, 3 de octubre de 2011

Tierra quemada

Asturias ha vivido siempre una posición ambivalente con respecto a su patrimonio.

Las administraciones públicas (nacional, autonómica o local) han oscilado entre un abandono patente y una inversión con cuentagotas, lastrada por choques entre organismos y personas, mala gestión de los recursos, falta de preparación o interés y cambios de rumbo político; otras veces, lo novedoso ha deslumbrado y se han puesto muebles de diseño en medio de una casa que se venía abajo, sin preocuparse de las joyas de la familia.

La mayor parte de la ciudadanía ha pasado del tema; debemos reconocer que en cuanto nos hablan de patrimonio etnográfico, histórico, documental o artístico, ponemos cara de “ya están con sus batallitas” y nos vamos a disfrutar con cosas que tengan un poco más de marcha y modernidad. Eso sí, gastamos un montón de pasta en viajar fuera a ver lo que las guías turísticas nos ofrecen y a la vuelta criticamos lo mucho que todavía falta en Asturias por hacer, sin que nos pase por la imaginación exigir responsabilidad a quien la tiene y mirarnos un poco a los ojos, reconociendo que debemos ser nosotros los primeros que debemos proteger lo nuestro y denunciar atentados que cada día se cometen sobre la memoria colectiva.

Una memoria colectiva que desde la Prehistoria llega hasta nuestros días, como una larga cadena que nos dice quienes somos y quienes seremos, sin que pueda faltar un solo eslabón. Lo demás es actuar en una tesitura de tierra quemada: se han destruido o se han deteriorado gravemente, yacimientos prehistóricos, enclaves indígenas, restos de época romana, bienes muebles e inmuebles de época medieval y moderna; se han caído a pedazos hórreos y casonas; han perecido en el fuego archivos valiosísimos. Decimos que ello es fruto de otros tiempos llenos de ignorancia y violencia, pero esto es una verdad a medias. Y es una verdad a medias, porque se ha permitido todo tipo de tropelías en entornos históricos de singular importancia; tenemos ejemplos bellísimos de arte asturiano (Patrimonio de la Humanidad o no) que tratamos a patadas; dejamos que se caiga y se pudra, que se desmorone la madera y la piedra de la construcción tradicional; se desperdigan los archivos, se deja oxidar y se achatarra el patrimonio industrial… No tenemos respeto siquiera por lo que conforma el patrimonio natural. Pero esto no es lo peor.

Lo peor es que se juzga y se pone en la picota pública a quien recupera nuestro pasado, porque su labor desluce la falta de labor de otros; se antepone la seriedad y el rigor investigador a quien traga con componendas y dobla el espinazo, sea cual sea el precio a pagar; se critica y se torpedea una propuesta cultural novedosa porque no la hizo quien desde las alturas del poder, grita, “ahora os vais a enterar”. Es la vieja historia de quedarse tuerto con tal de ver al otro ciego.

Seguimos arrasando, arrasando, arrasando. Tierra quemada

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