domingo, 6 de octubre de 2013

La naturaleza del escorpión

En una fábula, atribuida a Esopo, un  escorpión le pide a una rana que le ayude a cruzar el río prometiéndole no hacerle ningún daño. La rana accede subiéndole a sus espaldas pero cuando están a mitad del trayecto el escorpión pica a la rana. Ésta le pregunta incrédula "¿cómo has podido hacer algo así?, ahora moriremos los dos" ante lo que el escorpión se disculpa "no he tenido elección, es mi naturaleza".

La naturaleza de algunas personas funciona como la del escorpión de la fábula de Esopo. Les importa muy poco las consecuencias de sus actos, aunque dichos actos les conduzcan al desastre. Un ejemplo claro lo tenemos en esa entelequia llamada Foro, creada por y a mayor gloria de su fundador. El señor Álvarez Cascos, a espaldas de quienes confiaron en él y en su proyecto, se dispuso a cruzar un río de aguas revueltas, con el afán de llegar a la orilla del poder, sano y salvo. Pero esa travesía está lastrada por el afán enfermizo de controlarlo todo, de no tolerar la mínima disidencia, de planificar una trama destinada a humillar a sus enemigos a costa de sacrificar a sus amigos, de evitar la crecida fruto de un enmarañado tapón que puede romper en cualquier momento; y en esea itinerario quienes pensaron que una alianza con él, sería un buen negocio, al contar con un aguijón venenoso al servicio de sus intereses, se encuentran como la rana de la fábula. 

Se vio y se ve con claridad en la deriva errática que desde 2011, mantiene Foro en Asturias: el  gobierno regional de Francisco el Breve, la caótica navegación gijonesa, el querer obtener en los juzgados lo que no han obtenido en las urnas, las peleas a lo puñalada trapera… 

A estas alturas del espectáculo, la poca lástima que sentía por las personas que se dejaron embaucar por el proyecto de quien aspiraba a satisfacer su ansia de venganza, poder y gloria, ha desparecido; quien pone su futuro en manos de un embaucador, se merece los reveses que le sobrevengan… Sin embargo, sigo contemplando entre el asombro y la risa, a esas incautas ranitas que han confiado en un peligroso compañero de viaje; el ansia de mando es contagioso, casi orgásmico en algunos casos, pero también comprometido cuando se viaja a la espalda de quien no puede dejar de ser fiel a su naturaleza, aunque ello suponga el hundimiento de sí mismo y de quienes le rodean.  

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