viernes, 11 de enero de 2013

Doce meses en Asturias entre dos discursos de fin de año


Hace un año escribía en este mismo foro sobre la cosa pública, al comentar el discurso del entonces presidente de Asturias, Álvarez Cascos. Aquel discurso, oscilando entre la diatriba y el sermón moral, estaba vacío de contenido y disfrazado de tierra milenaria, fuego regenerador y patria común, que me retrotrajo a otro don Francisco y a otros fines de año.

Apenas 30 días después, el docto magister que nos regañaba (a la ciudadanía asturiana) por no saber estar a la altura de las circunstancias y nos daba lecciones de cómo actuar, convocaba elecciones anticipadas porque no le dejaban hacer lo que le daba la gana y era incapaz de ponerse de acuerdo con nadie, dejando  a Asturias a los pies de los caballos de sus antiguos aliados y ahora declarados enemigos. Paco Cascos, sin programa, sin ideas y sin gobierno (los consejeros y consejeras no decían nada, ni movían un papel que no hubiera visado el Jefe), gritó aquello de “conmigo o contra mí” y se lanzó como el General de un comando suicida que era consciente del coste en bajas, pero al que no le importaba nada salvo su propia venganza; cosa que demostró de forma cumplida en las semanas siguientes hasta las elecciones, donde la campaña por el voto y el ¡sálvese el que pueda!, de su alegre muchachada llevó a la región a la parálisis casi total, que no lo fue, gracias a la labor de los trabajadores de la administración (clase hoy denigrada y maldita) que mantuvieron las cosas del día a día.

Entonces, se demostró de forma clara que no hay nada más peligroso que un camión de cuatro ejes, a toda velocidad por una autopista, esquivando o chocando, según los casos, contra todo lo que viene en dirección contraria; y encima creyendo que los que vienen mal son los otros y sacando la cabeza de la cabina para insultar. El espectáculo sería patético tras la elecciones, con recursos sobre votos emigrantes –hay que ganar sí o sí-, y claramente risible en aquellos encuentros con el enemigo, sin mirarse, y comparecencias ante la prensa donde no se decía nada tras una intensa verborrea o donde la mal llamada canallesca, parecía  tener algún problema de audición por lo alto que se hablaba o lo mucho que se silabeaba y que al fin como en el poema cervantino … incontinente/caló el chapeo, requirió la espada/miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

Álvarez Cascos, volvería por sus fueros en el discurso durante la toma de posesión de Javier Fernández como Presidente de Asturias: podría haber tenido la elegancia de mantenerse en un segundo plano, pero no lo hizo, y lo que se escuchó fue una perorata grandilocuente teñida de rencor, donde salieron a flote todas sus fobias y prejuicios, sin agradecimientos para nadie, salvo para él mismo, incomprendido y agraviado.  Los meses que han seguido hasta la fecha han dejado la evidencia de que FAC trasmutado en Foro Asturias, no es más que la sombra alargada de un pequeño dictador que sigue en la Junta General, dominado por su contumaz –o yo o el caos- y controlando los hilos de las marionetas que maneja desde la oscuridad y que siguen lanzando –Coto dixit- inmundicias en todas direcciones para tapar su propia incapacidad y disimular sobre las bombas programadas que fueron dejando colocadas en su brevísima etapa de gobierno.
 
En ese mismo acto, el de su investidura, Javier Fernández, enfocó un discurso de muy distinto calado: de agradecimiento a los presentes, a quienes le habían precedido (incluido el huraño saliente) y a quien le abrió los ojos a la vida y a los ideales; un discurso donde habló de construir, de consensuar y de caminar con un sentido claro de donde se quiere ir. Estaba en las antípodas de su antecesor, como ahora, al finalizar el año, lo sigue estando: ha sido un discurso breve, propio de quien le gustan más los hechos que las palabras, alejado de “la pompa y la impostura”, anclado en la realidad –que no le gusta pero la afronta- y alentando “el consenso, no la división ni la fractura”, convocando a todos los asturianos –los de dentro y los de fuera- y reviviendo la Asturias que en los peores momentos ha dado la cara, pero que esta vez, dispuesta a hacerlo, no va a dejar que la olviden y la marginen.

Desde luego, los meses que lleva gobernando el equipo de Javier Fernández no han sido fáciles, con problemas y desencuentros, pero hay voluntad de trabajar, y sacar adelante a la región; el haber logrado aprobar un Presupuesto que sirva para gestionar los recursos, la búsqueda de un pacto social y el consejo y asesoramiento de personas expertas en distintas materias, pueden ser tres firmes apoyos para romper con la inercia y la desgana y lograr una Asturias no perfecta sino mejor, como afirmó el Presidente, en toma de posesión. Eso, y aprender de los errores pasados (como lección política) y de las meteduras de pata (entrando con rapidez al quite) del gobernar en el día a día; eso y enormes dosis de sentido común. 





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