Quizás convenga,
puesto que el tema despierta y despertará mucha polémica –a raíz del llamado
pago del verano al profesorado interino de enseñanza- explicar a la opinión pública asturiana, la situación
profesional y personal de este colectivo tanto en Primaria como en Secundaria.
Conviene ante
todo, hacer un poco de historia. En 1998, se convocaron las primeras
Oposiciones autonómicas de enseñanza en Asturias; la Oferta Pública fue mínima,
y a partir de entonces discontinua, según años, especialidades y plazas
vacantes –por cierto, pírricas- y que no cubrían y no cubren de lejos, las
necesidades reales de profesorado. A ello hubo que sumar convocatorias de
última hora o cambios de legislación y temario; a título de ejemplo, en 2011 se
cambió el temario de Secundaria y cuando muchos opositores ya lo habían
adquirido y estaban trabajando sobre él, en los primeros meses de 2012 se
volvió al antiguo, para terminar descartando realizar oposiciones. Todo ello
conlleva para el profesorado interino, un sube y baja no apto para cardíacos,
donde tienen que compaginar un trabajo intelectual intenso a lo largo de la
mañana con muchas horas de estudio en la
tarde y en el tiempo libre; y por cierto, conviene recordar que los exámenes
–cuando tocan- se realizan cruzándose con las últimas jornadas de curso, mucho
más cargadas de responsabilidades dentro y fuera de las aulas.
En el actual
sistema de acceso, hay tres pruebas: un primer examen por escrito de un tema a
sorteo de los que forman las distintas especialidades y que dependiendo de las
mismas, están por encima de los 70 temas; un segundo examen que consiste en
elaborar y defender ante el tribunal, una unidad didáctica de ese mismo temario
o de la Programación Docente, que presente el candidato; y un tercer examen,
que es la defensa de la Programación Docente de un curso académico. Esos tres
exámenes son eliminatorios y sólo en el caso de aprobarlos, se suman méritos de
formación y experiencia laboral. Los que logran obtener plaza y destino, pasan
a ser funcionarios docentes en prácticas y tras un curso escolar, se les nombra
funcionarios de carrera. Los demás ocupan plazas de funcionarios interinos,
concurriendo cada año a las vacantes que oferte la Consejería de Educación o
cubriendo bajas por enfermedad o plazas temporales por otros motivos. Cuando
hay nuevas oposiciones, tienen que volver a presentarse y los aprobados previos
no sirven para nada.
A los opositores
los examinan personas que unos días antes eran compañeros y pasan a ser
elegidos por sorteo para unas pruebas en las que la mayoría no quieren estar,
por la responsabilidad que representa y la sobrecarga de trabajo, también a
final de curso; unas pruebas donde los aspirantes se juegan el poder seguir
trabajando, si no pueden acudir por cualquier circunstancia adversa y donde una
parte sustancial de las mismas, responde a un discurso memorístico y totalmente
subjetivo a un lado y a otro de la mesa. Unas pruebas a las que acuden
–Asturias es tierra generosa- aspirantes de Comunidades que no convocan en ese
momento, Comunidades que muchas veces han negado a los asturianos, el pan y la
sal, con criterios de idioma, puntuación y otros recursos para beneficiar a sus
coterráneos. En todo caso, el número importante de profesorado interino que ha
ido acumulándose en Asturias, es fruto de un sistema caduco y poco ágil, que
lastra y atasca la forma de acceso a la Función Pública.
Los que sufren
esta situación han pasado por todo y se han adaptado a todo. Al principio,
sustituciones de 3-4 meses, con lo que ello supone: llegar a mitad de curso, no
trastocar mucho el trabajo de la persona a la que se sustituye, no alterar
demasiado el ritmo del alumnado, y cuando se tienen las cosas controladas,
vuelta a empezar… Quienes tienen vacante para todo el curso, se encuentran en
mejor situación profesional, pero para muchos es difícil conciliar la vida
laboral y familiar porque dependiendo del destino, tienen que alquilar una casa
o enfrentar largos kms. de ida y vuelta durante toda la semana, con el gasto y
desgaste físico y mental que conlleva; también se hace muy difícil participar
en proyectos de centro porque un curso se puede
colaborar, pero al siguiente se estará en otro destino, ya que no
siempre la posición en la lista coincide con la vacante más favorable.
En estos años,
las necesidades en los centros docentes, se han cubierto tirando del colectivo
que por razones de conseguir méritos pero también por afán vocacional, ha
seguido formándose como educadores (siempre fuera del horario lectivo) y
batiéndose el cobre en el trabajo diario de las aulas, que es mucho más que las
horas de clase propiamente dichas. En el trabajo y con los años, se va pasando
por todos los niveles, según materia y especialidad, de Primaria, ESO,
Bachiller, Módulos de Formación Profesional, PCPI, Diversificación y
Orientación; y a lo largo del curso, se realizan tareas de tutoría, de Guardia,
horas de apoyo a alumnos que necesitan una atención más personalizada, se
recibe a padres o se les llama por teléfono, hay reuniones con los compañeros
como Equipo Docente, como Tutores, con los Equipos de Orientación, reuniones de
Departamento, sesiones de Evaluación, preparación de informes, seguimiento de
faltas y tareas administrativas de lo más variadas; a ello hay que unir las
horas de preparación de clases, corrección de exámenes y trabajos, revisión de
tareas diarias…, que se extiende a las tardes, fines de semana y periodos
vacacionales del curso, si es necesario. Y a todo esto hay que sumar cuando
toca, estar en Pruebas de Diagnóstico, en Tribunales de pruebas libres de ESO,
y en todo lo que implica ser miembro de un Claustro de Profesores de Centro
Escolar. ¡Ah!, y no olvidemos, Jornadas culturales y actividades
complementarias y extraescolares, que no son una manera de romper la rutina,
sino más horas de trabajo y mucha responsabilidad hacia el alumnado a su cargo.
También, y no son una rara excepción, que se ocupen Jefaturas de Departamento o
Jefaturas de Estudios adjuntas.
Todo lo
anterior, implica que el Profesorado interino no va a cubrir el expediente, que
se involucra más allá de su especialidad, participando en actividades,
aportando ideas, exigiendo responsabilidad, trabajo y esfuerzo y actuando en
consecuencia; es decir, sin nada que les diferencie –salvo un status laboral-
del funcionariado de carrera, pero estando sometidos un poquito más que ellos,
a los vaivenes de la crisis y que les afecta en su vida profesional y personal.
Habiendo
conseguido algunos derechos que les acercan al funcionariado de carrera y
realizando las mismas tareas, no tienen ni de ni lejos la misma consideración.
Este curso han compartido con el profesorado de carrera, el aumento de horas de
trabajo y el recorte de salarios –incluida la paga extra-, pero se añadía el
agravio comparativo de que el 30 de Junio se acababan unos contratos que desde
hace años se firmaban hasta el 10 de Septiembre y se enlazaban con el del
siguiente curso: es decir, que ni se cobraría el verano, ni se sumaría
experiencia laboral. Parece dicho así que al colectivo de profesorado interino
solo le interesaba el tema económico, pero la situación tenía un calado mucho
más profundo, que afectaba a su prestigio como docentes, porque suponía que no
se iban a realizar las labores de atención al alumnado en las posibles
reclamaciones de Julio –mes en que el profesorado debe estar a disposición de
la Administración- exámenes de Septiembre, firma de actas, labores de tutoría y
departamentales, preparar informes y cerrar el curso, con un alumnado con el que
se fue trabajando, conociendo y evaluando, a lo largo de los distintos
trimestres.
Cuando la
Consejería de Educación, analizando pros y contras, ha rectificado y dado
marcha atrás, este profesorado, se ha visto puesto en la picota social, y
maltratado amparándose en el anonimato de las redes, con esa característica tan
española de buscar una cabeza de turco, dejando irse de rositas a los
verdaderos responsables de la situación catastrófica que vive nuestro país y
cargando contra quien no tiene ninguna culpa, si se analizan con detalle, lo
que narro en líneas anteriores, y se deja de lado la costumbre –también muy
propia de este país- de hablar sin informarse o manipular la verdad.
Francisco Giner
de los Ríos, escribió hace muchísimos años que “de todos los problemas que interesan a la
regeneración político-social de nuestro pueblo, no conozco uno solo tan
menospreciado como el de la educación nacional…
La educación es escudo y defensa de la nación”. Parece que no hemos aprendido nada y que el enemigo
público son quienes forman un capital humano que no puede despilfarrarse,
quienes educan a la futura ciudadanía de este país, defendiendo a capa y espada
una enseñanza de calidad, igualitaria, progresista y pública.
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