Quedan poco
menos de tres meses, para que se cumpla un año de unas elecciones generales que
han marcado un antes y un después en la
política de nuestro país que se encuentra en una situación de interinidad,
explicada porque la ciudadanía ha ejercido la soberanía nacional, pero ha
dejado las cosas tan poco claras, que la nave va, pero sin rumbo definido, con
un aspirante a capitán más que cuestionado
que sin embargo sigue capeando el temporal y librándose del naufragio.
Por eso me
duele especialmente ver una oposición que antes que en las próximas
generaciones, ha pensado en las próximas elecciones (las segundas nacionales, las vascas y gallegas y si nadie lo
remedia, las terceras nacionales que volverán a casa por Navidad). El
espectáculo ha sido vergonzoso y la izquierda ha rozado en muchas ocasiones el
esperpento, dejándose manejar por un parvenu,
sudoroso y descamisado, que ha sacrificado la renovación del país en el altar
del poder y cuya ansia por alcanzarlo a costa de lo que sea, no tiene límites.
Iglesias Turrión manifiesta una capacidad notoria de fagocitar lo que crea o se
le acerca, sean círculos, compañeros de partido y agrupaciones afines como IU,
pero también de regurgitar lo que no puede digerir, moviéndose con la
suficiente habilidad para usarlo en beneficio propio y de su inagotable
soberbia de politólogo sobrevenido en político, obsesionado por la sombra de su
nombre y dispuesto a ser la estrella fulgurante de la izquierda .
Es una pena
que Pedro Sánchez y muchos compañeros del PSOE le hayan seguido el juego al
líder de Podemos; y desde luego, es un error que Pedro Sánchez no haya tenido
altura de miras, dejándose arrastrar por un creciente vocerío ajeno a nuestra
historia y a nuestra ideología, que al final no ha contentado ni a quienes le
apoyaron ni a quienes pensamos que no tenía los mimbres necesarios para ser
Secretario General.
No digo que en
2015, no se hubiera debido intentar un gobierno de progreso; de hecho, en el
momento en que Pedro Sánchez se postuló a la Presidencia para romper el
tancredismo de Rajoy, pensé que por fin había alguien con sentido común y de
Estado. Pero cuando Iglesias Turrión, decidió jugar con las cartas marcadas y
comenzar una estrategia del tipo el gato y el ratón, ni el Secretario General
ni su equipo, actuaron con la coherencia debida a nuestros principios. Creo con
total seguridad que empecinados en cabalgar sobre un tigre, perdieron la
ocasión de encabezar una oposición fuerte y volcada con las necesidades reales
del país, esperando el momento adecuado para alcanzar un gobierno fuerte y
estable. Es más, se optó por soportar
que nos viniesen a dar lecciones de democracia y de gestión política, entrar a
la bulla de las redes sociales, perder los calzones por aparecer en todas las
salsas y alejarse del pensamiento
tranquilo y de la claridad de ideas. Claro que no toda la culpa es del
Secretario General que acaba de presentar su dimisión, sino también de quien
reunidos formando grupos de presión, han optado por dejar que primasen los
intereses particulares en vez de los generales y no han sabido o querido
plantear la situación real de las cosas antes de que todo saltara por los
aires, enrocándose en lo imposible y fiándose más de los adversarios y de los
simpatizantes que van con las de la feria
y vienen con los del mercao que de los militantes y de los compañeros.
La situación
en que ahora nos encontramos es fruto de todo esto y de la incapacidad de ser
coherentes con nuestros principios, dejando que se instale la desconfianza
entre las paredes de nuestra casa y la algarabía a las puertas, con lobos con
piel de cordero, dispuestos a crear confusión y llevándonos a caer en
contradicciones y callejones sin salida. Creo que tenemos bastante historia a
nuestras espaldas para sacudirnos el temor a no ser un partido de izquierdas,
sobre todo viendo el ejército de Pancho Villa, que nos amenazó con el sorpasso y que está dispuesto a volver a
intentarlo con tácticas de quintacolumnistas o introduciendo un caballo de
Troya en el corazón del partido.
No me preocupa
el momento actual del PSOE si sirve como experiencia vital y asumimos que sólo
hay una manera de consolidar nuestra posición como grupo político: primero,
tener un líder fuerte y bien coordinado con un Comité Federal que transmita -con las sanas discrepancias de puertas
adentro- una voz única; segundo reunir una militancia numerosa, unida y
responsable a la hora del voto; y tercero construir una alternativa de gobierno, seria y creíble, basada en la
coherencia de ideas y actitudes que sirvan para dotar a España de un gobierno
progresista.
Si conseguimos
esto y dejamos de ser compañeros de viaje de revolucionarios de salón,
populistas demagogos y politólogos iluminados, quizás el porvenir sea nuestro.
CODA: a estas
horas, Iglesias Turrión, sigue lanzando a los cuatro vientos que él es el
salvador de la gente y el PSOE se alía con la corrupción. No comprendo cómo
mucha gente se ha dejado embaucar por un personaje tan peligroso. Al menos,
cuando llegué el momento en que deje caer la careta, yo estaré segura de estar en el lado adecuado.