Ayer,
la lectura de La Nueva España, me pilló en un pueblín de los que pisó Jovellanos y sin acceso a las
NNTT, así que Javier Neira disculpará que haga un comentario al test que realizó
en su columna, cuando las hojas del periódico -que ya no envuelven pescado- están
camino del reciclaje.
Los
test sirven para probar los conocimientos en la materia que aborden, sea
automovilística o histórica y, si se entrecruzan los datos, la eficacia del
test queda tocada; si a ello sumamos que la memoria es dúctil según nuestros
intereses, filias y fobias, el test se hunde definitivamente.
Cómo
no conduzco y uso el transporte público, me importa muy poco en que vehículos
se mueve la clase política, siempre que la conducción sea firme y segura, pero
para las cosas de la memoria, en mí, se produce una curiosa ambivalencia: para
los pequeños detalles soy la personificación del despiste, pero para las cosas
importantes tengo una memoria de elefante.
Estuve
en aquella macromanifestación del 12 de Marzo de 2004 -entre “las bandas
progresistas”- y si cierro los ojos, mis recuerdos asoman con fuerza: la lluvia
cayendo incansablemente, que se mezclaba con mis lágrimas, el dolor que me
apretaba el corazón, la evocación de unas horas antes cuando me subí al tren
para ir a mi trabajo y el profundo silencio que había en el vagón y sobre todo,
el momento en que mi voz se unió a miles de voces gritando asesinos, asesinos,
asesinos, sin la menor tregua, como bien dice el señor Neira, aunque equivoca
el objeto de la rabia que impulsó aquél grito. Lo del Phaeton imperial bajo el
aguacero, con una privilegiada alejándose de las masas populares, la verdad ni
lo vi, ni lo recuerdo, pero me parece una imagen demasiado cinematográfica para
ser real. Tan cinematográfica como que yo dijera -puesto que me casaba en
Agosto- que la sangre de aquellos inocentes manchó mi vestido de novia.
Javier
Neira, debería reconocer que en el mundo del periodismo -aunque sea una columna
de opinión- conviene no confundir el rigor con los deseos ni hacer que la
verdad te estropee una buena noticia. En esto de las barricadas políticas e
intelectuales, conviene tener las cosas claras y no andar saltando de un
parapeto a otro, porque en una de éstas, el fuego amigo se puede cruzar en tu
destino. Hace algunos años, transmití al señor Neira, en una carta abierta, que
tenía muy clara cual era mi posición en algunos temas que consideraba básicos y
si él sabía donde estaba la suya. La carta nunca se llegó a publicar y don
Javier me dio la callada por respuesta. A día de hoy, su columna de Cien Líneas,
ha ido evolucionando de tal manera, que su posición en el parapeto es cuando
menos complicada: tiene muy claro cual es el odiado enemigo y las tácticas a lo
Goebbels que debe utilizar, pero no sabe que amigos elegir, y puesto que éstos
tienen su propia guerra,
hay
muchas posibilidades de que alguna bala perdida le alcance, sobre todo si
ciertos generales están al mando de la tropa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario