Decía Rochefocucaud, “que los espíritus mediocres condenan generalmente
todo aquello que no está a su alcance”; parafraseando al célebre creador de
aforismos, yo diría que la sombra de los espíritus mezquinos se construye con
la envidia y con el odio.
Lo más terrible de estos personajes, sin embargo, es que no saben separar
una crítica constructiva de sus fobias; alguien puede levantar, escribir o componer una obra llena de armonía, plena de
luz, pletórica de simetría, y estos personajes verán en ella discordancia,
oscuridad y desigualdad. Porque hay hombres que construyen plazas abiertas
para todos los hombres y mujeres del mundo y hay individuos que ven caer el
telón de acero otra vez sobre Europa. Y como decía Borges, “hay que tener
cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”.
Cualquiera, atrincherado entre líneas, a la vuelta de cualquier hoja de
periódico, carga su arma y dispara contra todo lo que no corresponda con su
idea del mundo; y no le importa las víctimas que cause, incluida la verdad o la
belleza, si satisface su idea de la conspiración universal, mientras su brazo
se eleva peligrosamente hacia el saludo romano.
Yo creo que lo mejor es seguir el consejo de Oscar Niemeyer: el trabajo me distrae. A mi
edad, más vale estar ocupado para no pasar el tiempo pensando en tonterías.
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