Cuando
Luis XVI, buscaba una salida a la complicada situación económica de Francia,
sus sucesivos ministros de Hacienda, le aconsejaron -ya que las clases
populares estaban en la pobreza más extrema- cobrar impuestos a los
privilegiados, cosa que fracasó ante el rotundo rechazo de la nobleza y el
clero; se cuenta que el Rey ante esa postura y no queriendo desagradar a sus
cortesanos, señaló que los tributos a la Hacienda Pública habían sido siempre
deber del tercer estado, y como respuesta se oyó una voz decir “entonces señor,
os pagarán en sangre”.
Desde
luego hoy estamos lejos de las monarquías absolutas, pero parece que una
combinación de intereses políticos, absolutas mayorías y entramados
financieros, está consiguiendo que la sangre sea otra vez moneda de pago.
Los
bancos que durante años han jugado con el dinero de sus clientes -en algún caso
con engaños- que han repartido dividendos de forma caudalosa en juntas
multitudinarias, que han convertido a sus directivos en Cresos de sueldos meteóricos
y pensiones millonarias, quieren ahora
marcharse con el santo y la peana, consiguiendo que les rescaten de su mala
gestión y recuperando el dinero prestado a cualquier precio.
Que
no tienen propósito de enmienda lo confirma el hecho de que hace días una de
esas entidades (Bankia), ofrecía a uno de sus clientes -que no lo había
solicitado- un crédito de 30.000 euros para lo que necesitara. Es cierto que el
cliente tiene nómina domiciliada, y un poco de dinero a plazo fijo, pero también
una hipoteca y un trabajo de funcionario interino, que con la que está cayendo
no es garantía de nada. El cliente que es sensato, tuvo a bien no aceptarlo y no acordarse de los
antepasados de la política de empresa. Imagino que si el cliente hubiera
aceptado y pasado un tiempo las tornas hubiesen cambiado, lo del trato
preferencial que le ofrecían habría tomado otros derroteros mucho menos
amables.
Se
pueden poner muchos ejemplos del grado de desesperanza al que se está llevando
a una buena parte de la ciudadanía de este país, que cuando pensaba que había
alcanzado un nivel de desarrollo conforme con su trabajo y el tiempo histórico
que le ha tocado vivir, se encuentra ocupando la base de la pirámide social que
algunos se empeñan en levantar otra vez. Pero si lo anterior es absolutamente
intolerable, lo que resulta inadmisible, es que los engranajes de una
maquinaria deshumanizada, atrapen entre sus fauces y destruyan a personas a las
que en su momento se les dibujó un mundo perfecto y a quienes ahora se vuelve
la espalda sin compasión, llevándolas a un callejón sin salida, desahuciando su
esperanza y abocándolas a la absoluta desesperación de pagar con su sangre.
Los
bancos (haute noblesse hasta hace bien poco) no suelen tener conciencia,
pero deberían recordar que cuando Luis XVI, preguntó al conde de Rochefoucauld
-que le despertó para comunicarle que París estaba en manos de los rebeldes- si
era un motín, el distinguido caballero le contestó, no Majestad, es una
revolución. Y ya sabemos como acabaron las cosas.
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