Sr. Don Juan
Mª de Ojeda Castellot
(Concejal de
Cultura del Ayuntamiento de Borja –Zaragoza-)
Asisto entre atónita y fascinada a la pretensión de
que el Ayuntamiento de Borja y la Concejalía que usted ocupa, inicien acciones
legales contra su convecina doña Cecilia Giménez, por el asunto que no menciono
porque a estas horas y gracias a las nuevas tecnologías, ya es universal.
Reconozco que cuando leí por primera vez la noticia
y vi las fotos, me respigué, como
decimos en Asturias para expresar un susto con vuelco del corazón, pero ahora
estoy al borde del estado catatónico y no precisamente por doña Cecilia, sino
por las fuerzas vivas de la localidad (o sea cura, alcalde y/o concejal del
ramo); al médico no lo incluyo porque supongo, dado el número de población, que
habrá un Centro de Salud y estarán a otras cosas.
Verá Sr. Ojeda, el hallarme en estado de pasmo se
debe a varias cosas. La primera, que el reverendo D. Florencio Garcés –al que
supongo maño- se haga con tanto primor el sueco y con fina ironía mezcle a Goya
y los cercos a Borja, como si fuera el sitio de Zaragoza; la segunda, que el
poder eclesiástico acuda a pedir ayuda al poder civil para evitar “mofas dentro
de la iglesia”, cuando, a lo que supongo, todos los días veía el estado del
cuadro –antes de la denostada intervención de doña Cecilia- y no hiciera al
menos un intento de dar a conocer su deplorable estado; la tercera a que el
poder civil que tampoco estuvo muy fino, se dé ahora golpes de pecho y quiera
matar moscas a cañonazos. En este país somos muy dados a dejar que nuestro
patrimonio se nos escape como arena entre los dedos y luego a lanzar ayes
jeremíticos y buscar culpables que no seamos nosotros y nuestra desidia. Eso
sí, cuando alguien nos deja con el culo al aire, entonces nos revestimos de
dignidad ofendida.
Sé de lo que hablo, puede creerme Sr. Ojeda: aquí en
Asturias, hace ya una montonera de años, un ladronzuelo de poca monta vino a
demostrar que las joyas de la Catedral de Oviedo (entre ellas, la Cruz de la
Victoria y la Cruz de los Ángeles) estaban bajo la custodia de personas con
menos sentido común que un grupo de párvulos. ¡Y que le voy a contar del
electricista vengador de la Catedral de Santiago!...; cuando salga el juicio,
yo creo que debería figurar como atenuante que ayudó a demostrar la
incompetencia y desidia del deán y demás responsables del patrimonio de
todos. Y esto son sólo dos ejemplos de
los muchos que podría contarle.
Desde luego, Doña Cecilia Giménez no es una
delincuente. En todo caso una persona sencilla que intentó solucionar un
problema, lo que pasa que a veces las cosas se complican de una forma
extraordinaria; ¡que le voy a contar a usted Sr. Ojeda!, que milita en el PP
sobre como solucionar una crisis y pasarse con los retoques…
He visto por Internet y leído sobre Borja y me
parece un sitio lleno de historia, arte, encanto y bases para un buen futuro,
así que si me acepta el consejo, aprovechen usted y sus compañeros del
Ayuntamiento, el tirón y vendan –en el mejor de los sentidos- el lugar en el que viven. Y por supuesto, anime
al padre Florencio y pasen los dos a ver a doña Cecilia, para darle consuelo y
decirle que de una u otra manera todo se arreglará sin sobresaltos para ella,
que quizás a lo Agustina de Aragón ha lanzado un cañonazo contra tanta indolencia,
flojedad y apatía, como nos están invadiendo.
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