Puede que me falten horas de vuelo negociador y
cantidades industriales de paciencia divina, pero cuando las circunstancias de
mi profesión me han llevado a reuniones donde se buscan soluciones a un
problema, no he permanecido en la silla ni un minuto más del instante en que me
he dado cuenta que están intentando tomarme el pelo y hacer burla, mofa y befa
de mis buenas intenciones de llegar a un acuerdo. Es cierto que los sindicatos
mineros han intentado no ser quienes rompieran la baraja y dieran pólvora al
Gobierno para disparar con bala; pero me parece excesivo esperar más de 5 horas
después de la proclama del PP en boca de Fernando Martí, Secretario de Estado
de Energía, que lo dejó meridianamente claro: nada de que hablar sobre las
ayudas de este año; nada del futuro del plan 2013-2018 hasta quienes que gobiernan
por Decreto-Ley, lo lleguen a valorar; y si acaso, que los representantes de
los trabajadores eleven sus Cuadernos de Quejas al Sr. Soria para volver a
reunirse cuando se estime oportuno.
Doy por hecho que los representantes sindicales son
personas bregadas en estas lides, que manejan con soltura los tiempos de tira y
afloja y que cuando van a la guerra saben las fuerzas –especialmente las
estratégicas- con las que cuentan. Escuchar sus declaraciones me produce
sofocos, porque después del recorrido que llevamos desde la llegada al poder de
Rajoy y su alegre muchachada, y sobre todo el del Sr. Soria, oír que “juegan
con nosotros”, “se han quitado la careta, “ha sido un encuentro sorprendente” o
“si lo que quieren es que no se llegue a ningún pacto ni acuerdo, que lo digan
ya y dejamos de perder el tiempo”…, es lamentable, porque deberían saber que de
las filas del PP no va a salir nada que signifique una cesión ante el problema
de la minería, no en este momento, cuando eso que llaman gobernar lo aplican
con mano de hierro a sus conciudadanos, a los que han arrojado a los perros de
Europa, ante quienes sin embargo se humillan y se doblegan.
Se puede hacer una reunión, dos, siendo generosos
hasta tres, pero si una de las partes
“no mueve un milímetro su postura” y no hay voluntad de que lo haga,
empecinarse en ello, es inútil. Y es algo que en Asturias, sabemos bien lo que
significa; no hay más que recordar el cercano y efímero –por suerte- gobierno de
Álvarez Cascos que como esas plantas invasoras de origen ornamental y
apariencia inofensiva, a punto estuvo de costarnos un disgusto. Por cierto, la
memoria de algún sindicalista es sumamente frágil y sorprende que con tanta
experiencia no advierta que la mala hierba (que procede de una única raíz) es
lo mismo en origen que en lugar foráneo.
Las palabras que no van seguidas de hechos –como
decía Esopo- no valen nada, y en este caso, acudir una y otra vez a
escucharlas, es un pérdida de tiempo, que les ha costado a los mineros muy
caro, porque mientras sus representantes se dejaban enredar por largas
reuniones de palabras hueras, se ha ido socavando la unidad y favoreciendo la
división, con un desgaste social que ni la marcha negra a Madrid ni los encierros,
han conseguido evitar y, si bien es cierto que despertaron muchos apoyos y
solidaridad, la atención mediática se ha diluido.
¿Por cierto, a qué juega el vicesecretario de
organización del PP, Carlos Floriano, cuando emplaza a los sindicatos a seguir
hablando con Industria? El Sr. Floriano afirma “que todo el mundo sabe de donde
partimos, tenemos que seguir hablando, a ver si somos capaces de encontrarnos”.
Desde luego don Carlos tiene un gran sentido del humor, cosa muy sencilla
teniendo al gobierno de su lado, pero debería considerar y hacérselo ver a sus
compañeros de organización que a veces la buena gente se cansa de lidiar con
ciertos personajes de los que uno no sabe si son idiotas en serio, o si se toman como algo real la burda comedia de frases insustanciales que representan.
Ahora, después del tiempo de las palabras hueras lo
que me preocupa es el silencio: el silencio administrativo que propicia el
Secretario de Energía cuando “anima a empresarios y sindicatos a elevar sus
propuestas por escrito al Ministerio”; el silencio de quienes todavía a salvo
del desempleo, tontos útiles del a mí no me va a pasar o ricos por su casa,
asumen sin expresarlo verbalmente, el florido ¡que se jodan!, de la diputada
Fabra; el silencio de las personas que no cometen injusticias y sinrazones pero
se sientan a ver que pasa; el silencio del que advierte el proverbio, cuando
dice que hay que guardarse bien de un agua silenciosa, de un perro silencioso y de un enemigo silencioso.
Entre tanta palabra huera y tanto silencio cobarde y
amenazante, quizás ha llegado el tiempo de saber de que lado de la barricada
estaremos cuando llegue el momento de la lucha.
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