Después de tres semanas que oscilaron entre sonrisas de compromiso y espacios en blanco donde funcionaba eso de “ni esta ni se le espera”, PP y Foro alcanzan un acuerdo con unos elementos tan descafeinados que cabe preguntarse cuales son los puntos del mismo. El pacto alcanzado hoy, no incluye candidato a la Presidencia del Gobierno de Asturias, no incluye un plan de legislatura y ni siquiera incluye acuerdos puntuales para la misma. Es tan ligerito, tan sin sustancia, que se llama acuerdo y todavía se diluye más si tomamos en consideración las opiniones de las dos partes: para Álvarez Cascos que lleva gobernando –o eso dicen- desde Julio del 2011, es un “borrador de programa conjunto básico por concretar”; o sea, ni carne ni pescado, algo que estira o encoge como el chicle, a gusto del consumidor. Mercedes Fernández se anima y habla de “acercamientos y alejamientos” entre ambos partidos, siempre dependiendo de futuras reuniones; tiene la misma actitud de aquél que miraba el cielo lleno de nubarrones y decía “parece que escampa”. Por cierto, esta tarde vuelven a reunirse, para seguir conversaciones, Javier Fernández del PSOE e Ignacio Prendes de UPyD.
Recuerdo un pacto en el que los firmantes se comprometieron a no atacarse ni solos ni en compañía de otros, defenderse de los ataques de los enemigos, no hacer pactos con ellos, establecer consultas sobre temas de interés común y resolver sus diferencias por la vía de la negociación. Añadieron además un protocolo secreto para repartirse el poder. A los firmantes del pacto les venía bien el acuerdo: uno obtenía tiempo para reconstruir sus fuerzas y otro quedaba en libertad de actuar en sus planes de expansión como le diera la gana. El pacto (conocido como de no agresión) iba a durar 10 años, pero no llegó a dos. Lo habían firmado los ministros de asuntos exteriores alemán -Von Ribbentrop- y ruso –Molotov- en nombre de Hitler y Stalin.
Por supuesto, no quiero comparar a dos partidos asturianos y a sus cabezas de lista con dos tiranos sanguinarios, pero a veces la gran política y la política doméstica tienen extrañas conexiones y cuando se trata de meter presión, da lo mismo hacerlo sobre un continente que sobre una reunión política de media tarde. En todo caso pueden ustedes jugar a quien es el alemán y quien el ruso.
Hay pactos que los carga el diablo.
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