Hoy
se cumplen 10 años de la muerte de Manuel F. Avello. Es curioso lo rápido que
pasa el tiempo para algunas cosas y como los recuerdos ante un nombre y una
fecha, renacen con total claridad.
De
Manolo Avello, que desarrolló a lo largo de su vida una fecunda obra radiofónica
y periodística, (¡que tristeza hubiera sentido por el cierre de La Voz de
Asturias!) rememoro aquellos artículos que eran una inyección en vena sobre la
actualidad y cuyo nombre, El carbayón jovial, respondía a una declaración
de intenciones, donde primaban el rigor periodístico, la ironía inteligente y
un humor zumbón y muy personal. Recuerdo también aquella esperadísima carta a
los Reyes Magos que todos los años llegaba de forma puntual y que firmaba Manolín,
7 años; una carta donde ponía en apuros a los políticos y personajes de la época
que no habían cumplido con sus obligaciones, donde abría una larga lista de
deseos esperanzados para el futuro de Asturias a la que amaba profundamente, de
España y del mundo; su bonhomía era tan intensa que ovetense hasta las trancas
era incapaz de desearle nada malo al Sporting de Gijón.
Recuerdo
con especial cariño un encuentro que tuve con él. Había comprado un libro de
recopilación de sus artículos para regalárselo a un familiar que le admiraba muchísimo
y quería que Avello se lo dedicara; pregunté por él en La Nueva España, donde
me dijeron que por las mañanas solía pasarse por el RIDEA y hacia allá me fui,
aunque sin encontrarlo; ya me iba -un poco desilusionada- cuando al bajar las
escaleras del edificio, me lo encontré subiendo; sin encomendarme a la
prudencia, le asalté por sorpresa con un ¡buenos días, don Manuel!, y le
expliqué lo que deseaba… La respuesta fue una sonrisa de oreja a oreja, un ¡claro,
ho, con mucho gusto!, y unos minutos de conversación sin prisa sobre su trabajo
que tanto me gustaba.
Echo
mucho de menos los artículos que Manolo Avello escribiría, sobre lo que está
pasando en Asturias, España y el mundo mundial. Serían memorables, socarrones e
inteligentísimos; propios de alguien que tenía los pies en el suelo y que sabía
cual era la importancia real de las cosas.
Y como esos recuerdos que te hacen sonreír, vuelven a mí, dos frases
emblemáticas de sus crónicas: aquella que tras días de lluvia, especialmente
en el verano, decía que al grito de
va a abrir, los asturianos miramos pal cielo y ponemos los ombligos al sol;
y aquella que al final del invierno era un grito de esperanza, al anunciar ¡ya
hay mimoses en el Fontán!
En
estos días donde ha cerrado un periódico emblemático en Asturias, donde la
televisión pública -como todo lo público- es sometida a acoso y derribo, el
recuerdo de Manolo Avello me esponja el corazón. Arthur Miller decía que un
buen periódico es una nación hablándose a si misma; partiendo de esta
premisa, don Manuel F. Avello fue uno de sus mejores ciudadanos.
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