No voy a caer en la ingenuidad de pensar que la clase política –tomada así, en su conjunto- sea la representación de los ideales más elevados al servicio de la ciudadanía; pero tampoco voy a caer en la necedad de considerarla el recipiente de todos los males. Quizás la clase política –tomada así, en su conjunto- debería realizar al alcanzar cualquier cargo público, además del juramento o promesa a la Constitución y a las obligaciones de su cargo, un compromiso ciceroniano (por Marco Tulio Cicerón) que dijera, juro soportar la prosperidad con el mayor autocontrol y la adversidad con la mayor fortaleza.
Ahora que estamos metidos en periodo electoral, descafeinado, pero periodo electoral, convendría recordar a la clase política, que su actividad pública, debería ser un cursus honorum fruto del trabajo, la responsabilidad, el compromiso y la coherencia al servicio de la ciudadanía; una actividad pública donde la primera ley sería pedir a los correligionarios, colaboradores y subordinados, cosas honradas y sólo cosas honradas hacer por ellos.
Para ciertos personajes, esto es imposible. En los últimos meses hemos tenido buena prueba de ello en Asturias. Foro y Álvarez Cascos, son un ejemplo de libro: su trabajo se centra en la inmediata satisfacción de sus ambiciones; las consecuencias de sus actos, destruyan lo que destruyan, no forman parte de su responsabilidad más allá de conseguir lo que desean; su compromiso tiene vuelo corto porque llega hasta que hayan logrado tocar poder o puedan ampliar el que tengan… El egoísta, especialmente el egoísta político, se ama a sí mismo sin rivales. La avidez de dominio y de gloria es tan intenso, que disfrazará la verdad, manipulará la realidad, será incoherente y alardeará de ello, prometerá lo que no piensa cumplir y traicionará a sus compañeros de viaje.
Pero no es el único ejemplo. El PP ha entrado en una dinámica similar: ha laminado a la candidata de las elecciones de Mayo para cambiarla por una casquista reconvertida que con nuevos mentores y en la línea que las dirigentes populares utilizan para darse a valer (estilo Cospedal), será más dura que los más duros compañeros de partido e intentará ascender sin mirar lo que derriba o lo que pisotea. No debemos olvidar que la derecha en este país (incluidos los flecos más extremos) ha tenido siempre una doble moral en la vida pública y en la vida privada.
Curiosamente, he encontrado en un libro de Helga Schneider, que leo estos días, un párrafo que sirve de perfecta definición: una fachada austera de rigor, orgullo, moderación y templanza, ocultaba abismos de desorden, fanatismo, soberbia…y una enorme sed de poder.
Curiosamente, he encontrado en un libro de Helga Schneider, que leo estos días, un párrafo que sirve de perfecta definición: una fachada austera de rigor, orgullo, moderación y templanza, ocultaba abismos de desorden, fanatismo, soberbia…y una enorme sed de poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario