jueves, 9 de febrero de 2012

Primera Evaluación

Decía Cervantes que la falsedad tiene alas y vuela, y la verdad, la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño, ya es demasiado tarde. 

Antes de las elecciones se habló mucho del programa oculto del PP y cada vez que salía el tema, este partido, sus representantes y los medios afines, negaban la mayor y se erigían como víctimas de un complot de la izquierda.  Ahora vemos que lo que escribió don Miguel hace ya algunos siglos es una frase de rabiosa actualidad. Han engañado por activa, pasiva y perifrástica y lo peor es que van a seguir haciéndolo gracias al voto de parte de la ciudadanía: los que están de acuerdo con su política porque no les va a perjudicar, los ingenuos que pensaron que otro gobierno era posible y los ciegos que nunca quieren ver. Al menos durante cuatro años, salvo crisis de gobierno, revuelta popular o fin del mundo. Ya se sabe que la derecha -o algunos de sus extremos que se deshilachan del tejido madre como ocurre en Asturias-  son de la opinión que después de mí el caos.

De las tres opciones, el fin del mundo no me motiva mucho porque todavía tengo el proyecto vital sin cerrar y, en cuanto a la revuelta popular, soy de natural pacífico y no quiero que haya bajas, así que creo -tampoco soy de natural sufridor- que me inclino por la opción de la crisis gubernamental. El señor Rajoy tiene todas las papeletas: está a punto de terminar el trimestre de la primera evaluación y ya tiene la cara afinada y el ceño fruncido de los que ven llegar los cates, aunque él había prometido resultados brillante y días felices.  Eso sí, el grupo tampoco es que ayude mucho, a pesar de los esfuerzos de la empollona, y es que no hay forma de lidiar con ese Wert que es un buscapleitos: se le nota mucho la privada y no acaba de encajar en la pública, donde los materiales no le gustan y el profesorado tampoco, porque  protestan  por los sueldos, las aulas superpobladas, la oferta de plazas, los cambios de temarios y encima se niegan a aprender inglés para dar cualquier otra asignatura. Es un provocador y creo que se merece una amonestación severa e incluso una expulsión.

O todo es mucho más sencillo. Debemos acostumbrarnos; a la falta de empleo, a la pérdida de derechos en la educación y en la sanidad públicas, a las riadas… Ya se sabe, ahora que San Valentín está tan cerca, que nada es para siempre.

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