martes, 8 de octubre de 2013

Riego, otra vez en el cadalso

El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, Manuel Moreno Alonso –ser catedrático no exime de decir tonterías- intenta desmitificar al general  asturiano Rafael del Riego, que encabezó la sublevación liberal de 1820, con epítetos  como “joven oficial escasamente conocido” “ascendido inmerecidamente” o persona “con temor a embarcarse para América”…
Acusar a Riego de cobardía y poca preparación es cuando menos curioso. Se formó en el grado de Leyes y Cánones en la Universidad de Oviedo, comenzó su carrera militar y se batió el cobre en la guerra de la Independencia, luchando por su patria y sirviendo a la Corona prisionera en Bayona –según las noticias oficiales- lo que le valió la prisión y la deportación a Francia, donde entraría en contacto con las ideas revolucionarias; en ellas la influencia ilustrada asturiana fue indudable. A su regreso a España, fue ascendido por méritos de guerra y juró la Constitución de 1812 (la primera liberal de España)

El profesor Moreno Alonso, que con gracejo sevillano llamó en su momento, “pandilla de pardillos” a los diputados de Cádiz, quizás olvida que mientras éstos se daban a sí mismos y al país una Constitución –imperfecta, pero Constitución al fin y al cabo- y los españoles de dejaban la piel y la sangre luchando contra el ejército invasor, Fernando por mal nombre llamado el Deseado, había abdicado en José Bonaparte y agobiaba a Napoleón, pidiéndole más comodidades en sus habitaciones, dinero para sus gastos y fracasado su intento de casarse con la hijastra del Emperador, ponía su interés en la hija de José. 

No sé si Riego era consciente en ese momentos del rey ignorante que volvería a ocupar el trono de España y lo que esperaba a los liberales (no hay más que leer el Manifiesto de los Persas) pero pronto se daría cuenta que Fernando VII era un cobarde y un felón, que iba con los de la feria y venía con los del mercado. Y por si fuera poco, perjuro porque aquél “vamos juntos, francamente, por la senda constitucional”, le duró el tiempo que le permitió planificar la destrucción de quienes habían confiado en él.

A mi parecer, Manuel Moreno Alonso, olvida la premisa de todo buen profesional en el quehacer histórico: consultar fuentes diversas y contrarias para equilibrar la verdad de los hechos y ser objetivo; está muy feo, publicar un artículo donde se manipulan las cosas para que se adapten a nuestra ideología o a la política -cierta forma de hacer política- del momento; salvo que el señor catedrático, aspire al título de historiador de cabecera.

Un ejemplo es la cita sobre que "Riego alimentó el descontento de sus soldados al decirles no sólo que iban a ser alejados de su patria en buques podridos, sino que alegó que lo iban a hacer para llevar una guerra injusta al nuevo mundo"; y en ella, encuentra el profesor sevillano el mejor ejemplo de cobardía. Y para ello se salta a Montesquieu, Rousseau, la revolución americana, la francesa, la trayectoria de Riego y lo que haga falta; ¡con un par, mi armaaaa…! Riego, anticipó sin saberlo, los barcos podridos que llevaron a la armada española al desastre del 98, la carne de cañón, sustituta de los hijos de los ricos, de los pobres hijos de campesinos y obreros en Cuba y Marruecos, mientras en España, reyes ineptos y políticos corruptos, hacían negocios… ¿Les suena?

Lo cierto es que el único cobarde de esta historia, se llamaba Fernando de Borbón, que se ocupó personalmente, como el ser mezquino y rastrero que era y que tan bien retrató Goya, de vengarse de Riego y regodearse en su fin y en la persecución de sus amigos , asegurándose, en un gesto de clara rapiña, que las pocas propiedades del general, necesarias para la subsistencia de su familia, pasasen a la Corona.


España perdió con los liberales que apoyaban a Riego (que se había apartado del poder) la posibilidad de engancharse a un sistema parlamentario al modo inglés y tuvo que cargar con la herencia envenenada de Fernando VII y sus sucesores, que abrieron un periodo de retroceso político, social y económico. Todo lo demás es historia y por supuesto demonizar todo lo que suene a república y democracia en el más amplio sentido de la palabra.

domingo, 6 de octubre de 2013

La naturaleza del escorpión

En una fábula, atribuida a Esopo, un  escorpión le pide a una rana que le ayude a cruzar el río prometiéndole no hacerle ningún daño. La rana accede subiéndole a sus espaldas pero cuando están a mitad del trayecto el escorpión pica a la rana. Ésta le pregunta incrédula "¿cómo has podido hacer algo así?, ahora moriremos los dos" ante lo que el escorpión se disculpa "no he tenido elección, es mi naturaleza".

La naturaleza de algunas personas funciona como la del escorpión de la fábula de Esopo. Les importa muy poco las consecuencias de sus actos, aunque dichos actos les conduzcan al desastre. Un ejemplo claro lo tenemos en esa entelequia llamada Foro, creada por y a mayor gloria de su fundador. El señor Álvarez Cascos, a espaldas de quienes confiaron en él y en su proyecto, se dispuso a cruzar un río de aguas revueltas, con el afán de llegar a la orilla del poder, sano y salvo. Pero esa travesía está lastrada por el afán enfermizo de controlarlo todo, de no tolerar la mínima disidencia, de planificar una trama destinada a humillar a sus enemigos a costa de sacrificar a sus amigos, de evitar la crecida fruto de un enmarañado tapón que puede romper en cualquier momento; y en esea itinerario quienes pensaron que una alianza con él, sería un buen negocio, al contar con un aguijón venenoso al servicio de sus intereses, se encuentran como la rana de la fábula. 

Se vio y se ve con claridad en la deriva errática que desde 2011, mantiene Foro en Asturias: el  gobierno regional de Francisco el Breve, la caótica navegación gijonesa, el querer obtener en los juzgados lo que no han obtenido en las urnas, las peleas a lo puñalada trapera… 

A estas alturas del espectáculo, la poca lástima que sentía por las personas que se dejaron embaucar por el proyecto de quien aspiraba a satisfacer su ansia de venganza, poder y gloria, ha desparecido; quien pone su futuro en manos de un embaucador, se merece los reveses que le sobrevengan… Sin embargo, sigo contemplando entre el asombro y la risa, a esas incautas ranitas que han confiado en un peligroso compañero de viaje; el ansia de mando es contagioso, casi orgásmico en algunos casos, pero también comprometido cuando se viaja a la espalda de quien no puede dejar de ser fiel a su naturaleza, aunque ello suponga el hundimiento de sí mismo y de quienes le rodean.